viernes, 26 abril 2024

María Magdalena

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Ay mi bien hoy te depilaste, quedaste lisita, desafiante, fresca, rozagante y lista para estrenarte, quieres parecer joven aunque ya rondas la mitad y más allá de los cuarenta, vistes top, mini y tanga ¿no sientes que con esos pedacitos de tela se te atraganta el alma?

¿Qué buscas reina?, ya tienes tres hijos y una vida hecha y derecha, bueno un poco torcida a decir verdad después de tus tres divorcios y sus respectivas pensiones, todo depende del cristal con que se mire, los niños se irán y tú te quedarás pero no para vestir santos, eso es para las sumisas, las pobres pendejas que se quedan en casa, tú te comerás el universo a jirones hasta que mueras.

Los más condescendientes expresan que eres de cascos ligeros y te llaman loca por tus más de trescientos amantes, los más ofensivos te dicen puta, no hay derecho, tú no eres ninguna equina, a pesar de tu metro ochenta proporcionado y generoso a la vista, ya quisiera cualquiera tenerte en su potrero, a los hombres les inculcan acostarse con todo lo que se les atraviese para reafirmar su machismo, a las mujeres les enseñan a llegar vírgenes al matrimonio para ratificar su pureza porque así lo dispusieron ellos, los mismos hombres.

Y recuerdas cuando eras joven y perdiste la cuenta de los colegios católicos de los que te expulsaron, las monjas querían que fueras como las otras, las persignadas, las que corrían asustadas a confesarse cuando les bajaba la regla por primera vez, aunque no seas tan cínica, tú también te espantaste pero no tanto como ellas, luego le tomaste especial gusto al roce de las toallas sanitarias.

Eso fue todo un descubrimiento así como cruzar las piernas, el placer propio de sentir fuego en el vientre en público o mariposas tecnicolor (1) inquietas como les dicen las románticas.

Con los años te diste cuenta que el morbo de la mujer es discreto pero igual de intenso que el del hombre y que tu sexo silencioso era una clara ventaja anatómica sobre la obviedad masculina, el pene se erecta cuando busca, es decir todo el tiempo, la vagina se lubrica cuando gusta y sin que alguien se percate.

Y vinieron los amantes, no fueron nada, menos de diez por año, porque comenzaste a deglutir deseos desde los quince, cuando aún no te dabas cuenta de que el viento soplaba, y que el deseo es el amor irrefrenable.

Y todos te necesitamos María Magdalena, la amiga, la loca, la puta, la mujer en noches calladas cuando nadie escucha,  y te rasuraste  ¿qué tienen los vellos que te estorban tanto?, tal vez sentirte caída  de las estrellas, tal vez sentirte niña e ingenua como si todo fuera la primera vez.

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(1)    Mariposa Tecnicolor de Fito Páez

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.
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