La Haya y el diferendo El Salvador-Honduras

Hace 28 años, el 11 de septiembre de 1992,  la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió el fallo sobre la problemática del diferendo limítrofe entre El Salvador y Honduras y -como revés humano y socio político- el país resultó ser el más afectado con un 35%, mientras Honduras lograba el 66 % del territorio en litigio.

En cifras más específicas, del total de los 440 kms2 de territorio fronterizo en disputa, a El Salvador le cedieron 150 kms2 y a Honduras 290 Kms.2, con evidente pérdida de territorio salvadoreño -los bolsones fronterizos- afectando a las poblaciones salvadoreñas Metapán, Citalá, Arcatao, Polorós, Sabanetas o Nahuaterique y otras.

El famoso fallo se dio, por la denuncia respectiva, varios años después del conflicto El Salvador-Honduras, en julio de 1969, pero los antecedentes provocadores de inestabilidad política entre ambos países, se remontaban a muchos años atrás.

En junio de 1965, como periodista de YSU Radiocadena viajé a Marcala, Honduras, para cubrir la entrevista entre los presidentes Julio Adalberto Rivera, de El Salvador, y Oswaldo López Arellano, de Honduras, ambos en un intento de estrechar lazos fraternos entre ambos países. Ahí se dio la Declaración de Marcala, suscrita por ambos mandatarios.

Los vientos de guerra  parecían desvanecidos; todo hacía suponer un intento hacia arreglos pacíficos. Nadie se detuvo a pensar entonces que tal acuerdo era, sin duda, un intento de ocultar los síntomas de la grave crisis social y política. que presagiaban malos momentos no sólo para los pueblos de El Salvador y Honduras, sino para toda la Región.

Al asumir Fidel Sánchez Hernández la presidencia salvadoreña (1 de julio de 1967), heredaba el conflicto fronterizo entre El Salvador y Honduras que, a esas alturas, presagiaba guerra inevitable. Desde hacía décadas, las relaciones entre ambos países se habían vuelto tensas, debido principalmente a cuestiones limítrofes, aunque en el fondo había también otros factores relacionados con la tenencia de la tierra, con la gran cantidad de salvadoreños inmigrantes, y con el Mercado Común Centroamericano.

 Desde a mediados del Siglo XX los salvadoreños habían trabajado duro en Honduras y, hasta 1969, aproximadamente 300 mil vivían ilegalmente, y algunos eran dueños de propiedades agrícolas, lo cual  hizo de los salvadoreños candidatos a la repatriación. Se calcula que para julio de 1969, más de 100 mil compatriotas habían sido expulsados por la Mancha Brava, una  organización paramilitar hondureña.

El gobierno salvadoreño de Sánchez Hernández estaría a la expectativa ante el estira y encoge de las relaciones de ambos gobiernos, creando estados de tensión. Como la solución política se volvía imposible, se pasó al campo militar y Sánchez Hernández le declaró la guerra a Honduras el 15 julio de 1969,

 Me tocó cubrir de cerca el conflicto, en el campo periodístico. Desde las primeras horas, los sucesos propios de una guerra no se hicieron esperar: bombardeos a lugares estratégicos de ambos países, como el aeropuerto de Toncontín en Tegucigalpa, Honduras, por los salvadoreños; y la refinería de Acajutla en El Salvador por los hondureños. El ejército salvadoreño avanzaba y tomaba posesión de localidades importantes del territorio hondureño. De occidente a oriente, en pocas horas estaban tomadas ciudades como Nueva Ocotepeque, Aramecina, Alianza, Choluteca y Nacaome, entre otras.

De pronto, el cese de fuego por intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA), ordenado el 18 de julio. Después, el proceso de desmovilización y devolución a Honduras de las poblaciones que habían sido tomadas por el ejército salvadoreño.

Las incontables incidencias y demás aspectos relacionados con el conflicto, los ha registrado la historia, con algunos señalamientos acertados y otros desafortunados. De manera simplista, se le llamó “guerra de las 100 horas”, porque esa fue la duración del enfrentamiento en el campo militar, suspendido por la  OEA.

En mi caso, fue una de las experiencias más duras como periodista, por cuanto aunque cubrir sucesos es nuestra misión, muy especial resulta hacerlo en una guerra en la que, forzosamente, toca compartir  sucesos de dolor y muerte.

He descrito este incidente bélico El Salvador-Honduras y sus consecuencias, como un aporte de mi relativo protagonismo en el campo periodístico; y segundo, para testimoniar estos hechos históricos, confiados en que el pueblo salvadoreño pueda decir un día: la guerra ¡nunca más!