Por Alonso Rosales.
La reciente ofensiva israelí contra instalaciones estratégicas en Irán, bautizada como “Operación León Ascendente “, ha encendido las alarmas en toda la región. Aunque el gobierno israelí sostiene que la acción fue una medida preventiva ante el avance del programa nuclear iraní, los analistas apuntan a una operación cuidadosamente calculada en el marco de un conflicto regional de múltiples frentes, especialmente tras meses de tensión con Hezbollah en el Líbano y la devastación continua en Gaza.
¿Por qué ahora?
Desde hace meses, Israel ha incrementado su actividad militar en la región, alegando amenazas existenciales por parte de Hezbollah e intensificando sus operaciones en Gaza contra Hamas. Sin embargo, este ataque directo contra Irán representa una escalada significativa. Fuentes en Tel Aviv indican que la decisión fue tomada tras informes de inteligencia que aseguraban que Irán posee uranio enriquecido al 60%, lo que lo colocaría peligrosamente cerca de obtener suficiente material fisible para al menos nueve bombas nucleares.
Israel, que nunca ha confirmado ni desmentido oficialmente poseer armas nucleares, mantiene una política de ambigüedad estratégica. No obstante, su capacidad atómica es ampliamente reconocida por expertos internacionales. Este doble estándar ha sido criticado por Irán, que denuncia una política de “nuclearización selectiva” impuesta por Estados Unidos y sus aliados.
Washington en aprietos
La reacción de Estados Unidos ha sido ambigua. El expresidente Donald Trump, con influencia creciente en la política republicana, habría presionado a su aliado Marco Rubio —actual Secretario de Estado— para declarar que la administración no fue informada previamente del ataque. Esto, según observadores, busca deslindar a Washington de una ofensiva que podría complicar gravemente las negociaciones nucleares que se están llevando a cabo en Omán.
Desde la Casa Blanca, altos funcionarios han pedido a Teherán moderación y, sobre todo, que no ataque intereses estadounidenses en la región. Esto sugiere que Washington teme que Irán responda fuera del territorio israelí, optando por objetivos simbólicos o estratégicos en países vecinos o incluso atentados contra diplomáticos o bases militares.
Irán responderá, pero ¿cómo y cuándo?
Históricamente, Irán no ha dejado ataques de esta magnitud sin respuesta. Fuentes cercanas al Consejo de Seguridad Nacional iraní aseguran que la represalia no será inmediata, pero sí contundente. Se especula que podría utilizar a milicias aliadas como Hezbolla o las Fuerzas de Movilización Popular en Irak para atacar intereses israelíes o incluso desplegar ataques cibernéticos.
También se baraja la posibilidad de un ataque directo a Israel o a sus embajadas en Europa o América Latina. Un portavoz del gobierno iraní advirtió: “Nuestra respuesta será proporcional, estratégica y donde menos lo esperen”.
Consecuencias regionales
Este episodio amenaza con incendiar nuevamente una región ya marcada por la inestabilidad. Las negociaciones nucleares en Omán, que parecían avanzar con ciertos compromisos preliminares, están ahora en vilo. Teherán ha acusado a Estados Unidos de doble discurso, y los diplomáticos omaníes intentan sostener el diálogo, conscientes de que un colapso en las conversaciones podría abrir la puerta a una guerra regional de gran escala.
Israel, por su parte, se muestra como el “ganador” de esta operación, enviando un mensaje claro tanto a Irán como al mundo: no permitirá la existencia de un rival nuclear en su vecindad. Sin embargo, esa aparente victoria podría convertirse en una trampa si la respuesta iraní escala el conflicto más allá de sus cálculos iniciales.
La “Operación León Ascendente” podría ser recordada como el momento en que Medio Oriente cruzó el umbral hacia una nueva fase de confrontación directa. Las próximas semanas serán cruciales para determinar si la región se encamina hacia la diplomacia o hacia un conflicto de consecuencias impredecibles.
