Tras encontrar restos de huesos humanos, huellas y un surco de cultivo en las excavaciones que se realizan en el Complejo uno de Joya de Cerén, este jueves la Dirección General de Patrimonio Cultural y Natural del Ministerio de Cultura informó que las investigaciones continuarán.
Los hallazgos fueron descubiertos a través de los trabajos de restauración del proyecto de Construcción de Obras de Protección y Mejoramiento del parque arqueológico.
“Estos descubrimientos nos han llevado a tomar la decisión de extender las excavaciones en la zona sur del complejo uno, en donde haremos una trinchera más grande al juntar tres de los pozos de sondeo”, dijo Michelle Toledo, arqueóloga dirigente del proyecto.
Toledo además explicó que la ampliación servirá para “una mejor interpretación” del lugar, por lo que prevén que los trabajos de excavación se extenderán hasta principios de diciembre.
“Hace unos días se identificó una fosa que contenía restos orgánicos y óseos; se realizó la limpieza y se determinó que era un entierro de una persona que probablemente habitó la aldea, pero que no murió a causa de la erupción”, expresó la experta en relación a la osamenta.
Agregó que los huesos descubiertos son largos y según estudios descienden del período Clásico Tardío (600-900 después de Cristo) porque dentro de la fosa había tierra blanca joven, producto de la erupción del volcán de Ilopango en el año 535.
“Si es así, este individuo sería de un enterramiento posiblemente del momento en que la gente Joya de Cerén vivió aquí”, indicó Toledo.
Esta es la primera vez que en más de cuarenta años se descubren restos humanos en Joya de Cerén, sin embargo, la osamenta está en mal estado de conservación.
El proyecto de mejoramiento busca proteger las estructuras y contempla la construcción de tres cubiertas metálicas para los Complejos del sitio. Este cuenta con el financiamiento de más de un millón de dólares otorgados por el Gobierno de Francia y el país.
Joya de Cerén fue sepultada por las cenizas del volcán Loma Caldera alrededor del año 650, antes de Cristo. Las cenizas preservaron el sitio, lo que permitió preservar la forma de vida de la aldea maya: rituales, agricultura, comercio, administración del espacio, organización ciudadana, hábitos alimenticios, entre otros.
