Por el Padre José Antonio Molina.
Hoy se cumplen 45 años de su martirio. Sin duda es el orgullo de nuestro pequeño país El Salvador. El único salvadoreño que está en los altares. Un hombre que amó de verdad a su pueblo. Sabiendo que lo matarían no abandonó a su gente.
Escribo estas líneas después de la bella Misa en mi ex parroquia de Nuestra Señora del Carmen en Corralejo, con feligreses en su mayoría italianos y presencia de españoles, argentinos, peruanos, indianos, colombianos, nicaragüenses y salvadoreños.

Escribo también para darle gracias a nuestro santo mártir, sigo en mi sacerdocio por su intersección, estaba prácticamente muerto y he vuelto a la vida por puro milagro. Si, amigos y hermanos, sin su ayuda no hubiera vuelto al Ministerio.
El Papa Francisco ha dicho palabras muy fuertes sobre Mons. Romero: “su martirio no fue puntual en el momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior, hasta su muerte. Fue difamado, calumniado, y ensuciado, ya que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio, en el episcopado”.

El Papa da testimonio que escuchó lo mal que se hablaba de Romero y continúa: “Un hombre que sigue siendo mártir… ahora yo creo que casi ninguno se atreve”.
Mientras tanto los problemas de nuestro país siguen golpeando a los más pobres. Salud y educación son dos muestras que las cosas no cambian para las mayorías pobres.
Como Mons. Romero fue un Obispo que obedeció al Magisterio de los Papas, siguiendo la doctrina de la Encíclica: “Laudato, sí”, del Papa Francisco, Mons. Oscar Romero estuviera en contra de la Minería y seguramente los insultos, calumnias y difamaciones continuarían.

Para los cristianos que seguimos a Jesús nos consuela la última bienaventuranza de Mateo: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa” (Mt 5,11).
Saludos queridos paisanos, San Oscar Romero nos acompañe en nuestro peregrinar.