El Profe era el primero de los presos políticos que habían llevado en condiciones lamentables a las celdas colectivas en Arica, Chile, en el mes de Septiembre de 1973, después del golpe de estado contra el Presidente Salvador Allende. Había estado aproximadamente doce días en una celda de castigo o confinamiento, acusado de ser un espía cubano que se hacía pasar como salvadoreño, para hacer la revolución armada en Chile; había soportado tres interrogatorios violentos que culminaron con la perdida de la conciencia, así como uno muy respetuoso en que el Profe aceptó que había salido de Cuba en el año 1962.
En la celda colectiva sólo habían diez empleados de la Universidad del Norte, en la cual trabajaba el Profe; tres de ellos se portaron solidariamente, ayudándolo a ir al servicio higiénico y haciendo fila para recibir la única comida diaria; con ellos el Profe analizó la situación de los presos políticos en Arica y definieron tentativamente algunas reivindicaciones; el punto más difícil fue la calificación que debían darse ante los militares (detenidos, presos políticos, personas con derechos humanos o prisioneros de guerra); cuando ya existía acuerdo en que deberían autocalificarse como prisioneros de guerra, debido a la justificación dada por el Profe en el sentido que si bien la izquierda chilena no estaba en guerra con los militares, los mismos estaban convencidos que habían iniciado una guerra contrainsurgente, que al presentarse como prisioneros de guerra y los militares aceptaban esa calificación, lo demás sería relativamente fácil de obtener.
En el séptimo día de análisis se integraron dos militantes del Partido Socialista, un arquitecto y un sociólogo, profesores de la Universidad Técnica del Estado; estos dos nuevos elementos hicieron retroceder el análisis a que debían autocalificarse como presos políticos con derechos humanos; pasaron otros tres días discutiendo el asunto.
En estas condiciones y tomando en cuenta que el análisis tenían que hacerlo a la par del agujero que servía para mear y hablando en voz baja, el Profe propuso que dejaran de discutir ese aspecto y que se concentraran en las reivindicaciones. En los siguientes quince minutos acordaron las siguientes: dos comidas diarias; 10 minutos para hacer las necesidades fisiológicas; atención médica y medicinas para enfermedades crónicas y eventuales; instalación de agua potable en el patio a donde los sacaban a asolear; que los militares dijeran cuales eran las reglas que debían cumplir los detenidos, que sólo se enviara a las celdas de confinamiento a los que no cumplan con esas reglas; que disminuya el hostigamiento a los detenidos de parte de los vigilantes de las celdas (amenazas, burlas, golpes en los barrotes, manguereada en horas de la madrugada cuando el frío del desierto era máximo); camarotes, para poder dormir con alguna comodidad; que los interrogatorios se realizaran durante el día; que no se utilizaran medios violentos en los interrogatorios; que a los detenidos se les lleve al patio a tomar el sol en horas tempranas de la mañana o en las últimas horas de la tarde, ya que a medio día es demasiado sofocante; durante la estadía en las celdas y en el patio se permita que los detenidos puedan conversar en grupo.