Además de Kamala Harris y su partido, alguien más está lamiéndose las heridas. Es la poderosa maquinaria de los grandes medios de comunicación que hasta hace poco se vanagloriaba de manipular y conseguir que la población, como rebaño, diera su voto por su protegido. “El cuarto poder”, se llamaba a sí misma.
Pusieron sus grandes recursos a favor de la candidata demócrata, incluso Hollywood y artistas populares, como el caso de Rubén Blades, que trató de ejercer su influencia en los latinos.
¿Cuál ha sido la causa para esa estrepitosa derrota? La respuesta sencilla es que Kamala falló como vicepresidenta y más como candidata. La corrupción campeó a sus anchas en el gobierno de Biden y la economía no podría ir peor.
Aunque si revisamos el periodo anterior, el de Trump, lo mal que manejó la pandemia, la inmigración, el problema de la vivienda, cómo priorizó la gentrificación y la reducción de los impuestos a los ricos. Además del espaldarazo a los racistas y un largo etcétera, tampoco sale muy bien librado.
Aterricemos: A Trump le han dado el triunfo los votantes jóvenes. Su punto principal es el antibelicismo. Ha prometido acabar con las guerras. La de Ucrania, una guerra sin sentido que pudo haber acabado al comenzar, ha costado un millón de muertos, una inmensa fortuna de los contribuyentes estadounidenses y europeos, para nada. Y ni hablar del genocidio en Gaza, que ha levantado protestas en todo el mundo, y que también ha costado lo suyo a los contribuyentes.
Hay mucho que analizar en el llamado de Trump para hacer “America” (sin tilde) great again, pero nuestro enfoque en el artículo es diferente. Cuántos miles de millones les ha costado la derrota a los medios, como CNN, Washington Post, New York Times, New Yorker, Los Angeles Times, ABC, CBS, NBC, etc.
A pesar de los malos chistes y comentarios del candidato republicano sobre Latinoamérica, el voto latino fue para él. Igual los votos de ciudadanos originarios de Asia Occidental, mal llamado “Medio Oriente”, a pesar de sus evidentes lazos familiares con los sionistas. El voto musulmán fue para él.
Taylor Swift, Gorge Cluny, Beyoncé, Bruce Springsteen, Ricky Martin, Marc Antony, Bad Bunny. Y una larga pléyade de influencers como para llenar diez estadios. El público les dio la espalda. Seguramente seguirán asistiendo a sus conciertos, pero que no aconsejen de política.
Eso plantea un dilema para el futuro inmediato. Cuál es el relato que mueve a la juventud actual. No creo que sea ir en contra de la famosa Agenda 2030 ni la política antiinmigración. Es algo más inmediato. Una política que podemos definir de supervivencia. “No queremos ir a morir en tierras lejanas”.
Por su parte, la llegada del Naranja, tiene sus bemoles, algunos que ya conocemos, las Karen (racistas gritonas) desatadas y otros, pero los estados demócratas, como California, se están blindando contra los embates antiderechos individuales, lo que tendrá nuevas consecuencias.
Interesante e inquietante se plantea el futuro.