Cuando leemos una novela extraemos siempre datos importantes que dejan un mensaje en nuestra conciencia o alma. Pretendemos ser eruditos que procuran hacer análisis a profundidad del mensaje que el autor nos quiere compartir, claro, si en realidad leemos con el pleno deseo de absorber algo interesante.
Pero, ¿en verdad entendemos lo que él quiere transmitir? Hace un par de días leí una novela que me llamó la atención. Su nombre es “La calle del silencio” de Guillermo Julio Montero, un escritor argentino. Me adentré a la lectura a toda conciencia. No tenía ni idea de qué iba. Cuando inicié, descubrí que no entendía nada, ya que tiene una estructura muy peculiar. Curiosamente, esa confusión me intrigó y decidí continuar.
Luego de terminar la novela, la cual disfruté, me quedaron ciertas dudas, no porque estuviera mal escrita o confusa, más bien, porque me intrigó de tal manera que quería entender a plenitud el universo en el que se desarrollaba.
Bueno, vine en un momento de alegría y optimismo y me dije: ¿por qué no se lo preguntas al escritor? Pero pensé: ¿qué probabilidades hay de que una persona como él conteste mis correos? Para comenzar, no tenía un contacto del autor, no tenía ni idea de dónde buscar. Obvio, san Google lo sabe y lo encuentra todo. ¡Gracias Google!
Cuando escribí su nombre me apareció su obra y un par de noticias sobre el galardón que recibió justo por esa novela: mención honorífica en el Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés 2012” en el género novela, aunque descubrí que se publicó con el nombre de “Zurcido invisible” originalmente. No tenía mayores datos. Seguí buscando y luego encontré que es el presidente de Fundación Travesía en Argentina, una fundación que se dedica a la investigación y apoyo psicoanalítico para la transición y ayuda de la mediana edad. Pensé que probablemente por medio de ellos lograría llegar a él.
Con fe y mucha confianza, sin esperar nada en realidad, escribí a la fundación preguntando si ellos podrían brindarme el contacto de él. Para mi sorpresa, a las pocas horas, el mismo Guillermo correspondía mi correo. Al borde de un posible paro cardiaco de la emoción, no podía creer que me estuviera contestando.
Decidida a salir de todas las dudas que tenía sobre la novela, le envíe un extenso correo con comentario/preguntas sobre la historia, su desarrollo y estructura. A lo que él amablemente contestó con una aclaración sobre su forma de tratar a las personas y si no me molestaba que me tratara como en su país, usando el “˜vos”™, y una serie de preguntas que tenían como objetivo saber qué tipo de lectora era. ¡Muy justo! En ese momento dije mentalmente: ¡touché!
Luego de corresponder con las respuestas a sus preguntas al siguiente día sin falta, como lo había prometido, él contestó cada una de mis interrogantes con gran dedicación y claridad. Nunca había disfrutado tanto una conversación por medio del correo y menos había ansiado recibir la notificación de tener uno nuevo en mi bandeja de entrada.
Nueve correos y una increíble conversación fueron el resultado de un impulso que me motivó a escribirle a un novelista. Espero no haberlo agobiado. Cada palabra me inspiró y me ayudó a entender su novela, entenderlo como escritor y comprender que la vida está llena de gratas, hermosas e inesperadas sorpresas.
Te encontré en el texto, aunque me dijiste que trataste de olvidarte de tu vida. Cito textual lo que me escribiste: “cuando creemos que nos olvidamos de nosotros, más aparecemos”. Gracias por la enseñanza que me dejaste y por enfatizar en el hecho de que el amor todo lo cura y todo lo puede. ¡Tené por seguro que un día nos vamos a conocer Guillermo Julio Montero!