El apocalipsis en el poder salvadoreño

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Los sellos

6  Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí­ a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.

2 Y miré, y he aquí­ un caballo blanco; y el que lo montaba tení­a un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.

(…)

7 Cuando abrió el cuarto sello, oí­ la voz del cuarto ser viviente, que decí­a: Ven y mira.

8 Miré, y he aquí­ un caballo amarillo, y el que lo montaba tení­a por nombre Muerte, y el Hades le seguí­a; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.

Apocalipsis 6 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Los tres poderes del estado fueron diseñados para que funcionaran con perfección. Los tres poderes del estado son una abstracción, a manera de tubo de ensayo en el que se vací­a una serie de elementos para combinar la fórmula exacta del experimento. Los elementos son instituciones polí­ticas, que como trampa metoní­mica, una minorí­a hábil representa a una mayorí­a dócil. Las instituciones polí­ticas están constituidas por hombres y mujeres que defienden intereses de grupo e individuales, forman parte de una clase social, encarnan proyectos económicos y su subjetividad es la serie de ideas que personifican en sus discursos.

La firma del acuerdo de paz en El Salvador anuncia el final de los proyectos polí­ticos modernos. El neoliberalismo es la expresión más genuina de la negación misma del liberalismo, en pocas palabras, la implementación de este modelo representa la renuncia a los principios de la concepción clásica y se inaugura una de las formas más crueles del capitalismo en esta esquina del mundo. Los firmantes del acuerdo quizás no se enteraron que rubricar ese contrato implicaba que se terminaba con la alianza republicana nacionalista y, se dinamitaban los principios del frente para la liberación nacional. El denominador común del relato de “lo nacional” habí­a terminado.

Si la arquitectura de los tres poderes del estado es perfecta y el diseño ha demostrado que funciona en otras latitudes ¿cuál es el problema en nuestra sociedad? El tubo de ensayo es de cristal y expone con claridad los elementos que lo constituyen en el presente. Desde 1992 hasta la fecha se transitó de tirar plomo con olor polí­tico, hacia discursos polí­ticos con olor a pólvora; pero bueno, el espectáculo massmediático no amenazaba a nadie. El problema es que la historia es cruel. Siempre tiene un “continuará” en recámara.

Los aprendices de alquimistas polí­ticos de la posguerra jugaron a experimentar con el tubo de ensayo del estado. Desde su viejo código moderno dispusieron invitar a la composición perfecta de la negociación elementos que operaron como “radicales libres” y la pócima se les chuquió. Creí­an que eran orgánicos y estables; pero cuando comenzaron a mezclarse descubrieron que en su interior tení­an electrones desapareados y se volvieron exageradamente inestables. Y miren, se disparó el tiro en recámara de la historia del presente.

La realidad nos dice que los modelos de representación polí­tica oligárquico, combinado con la emergente burguesí­a se eclipsan frente a los desafí­os de la globalización económica y la mundialización cultural. De acuerdo con los resultados que se constatan en la base de la estructura social “la unidad y lucha de contrarios” funciona en el pensamiento dócil de las masas; pero en la esfera de las élites dejaron de ser “polos iguales” y se convirtieron en opuestos, de tal forma que en la pragmática polí­tica de las cúpulas se estableció una nueva relación de complemento.

Así­ la ecuación, los radicales libres han creado las condiciones para que se cohesionen los contrarios polí­ticos de la modernidad. Queda en suspenso el desenlace del conflicto ideológico entre los proyectos polí­ticos modernos, frente a una realidad compleja que exige que la inteligencia se interponga a la astucia, porque ya se dieron cuenta que por andar de astutos en esa carrera esquizofrénica por el poder, olvidaron que la paciencia de la verdad histórica, siempre alcanza la ligereza de las patas cutas del cambalache.

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José Luis Escamilla
José Luis Escamilla
Columnista Contrapunto
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