En menos de unos meses la vida en el Ecuador y del mundo ha dado un vuelco. Hace seis meses, por ejemplo, Ecuador enfrentaba con valentía una de las crisis institucionales más grande, el Paro Nacional convocado por los pueblos y nacionalidades indígenas, contenido por estudiantes y diferentes gremios contra un conjunto de medidas neoliberales que quería imponer el gobierno de Lenín Moreno por "sugerencia" del Fondo Monetario Internacional (FMI). Mientras el pueblo luchaba contra las fuerzas de seguridad, los medios de comunicación tradicional condenaban las manifestaciones.
Ese pueblo luchador y fuerte es representado hoy en el mundo de una forma injusta y dolorosa. Publicaciones en las redes sociales y exacerbadas por los medios de comunicación no solo construyen un relato humillante e inhumano de la crisis sanitaria desatada por el COVID-19 en Guayaquil, provincia del Guayas, sino que esconde las profundas desigualdades que sufre, no sólo esa ciudad, sino América Latina. Sin duda, en el 2019 las luchas eran claras, eran en contra de las acciones adoptadas por el gobierno nacional que desmontaba buena parte del aparataje estatal. Aparataje que hoy con la crisis humanitaria está siendo más que nunca necesario.
Ahora bien, creo conveniente explicar las razones porqué la ciudad de Guayaquil ha sido la más golpeada en esta pandemia. Guayaquil es la segunda ciudad más importante del Ecuador, por detrás de Quito su capital. Al ser puerto, sus elites económicas son quizá las que más poder poseen, pero también las más recalcitrantes, generando que sea una de las ciudades más desiguales en términos de distribución de la riqueza y por ende, con altos niveles de pobreza.
Guayaquil, además, ha tenido por muchos años un proceso de urbanización excluyente con una alta precarización laboral e informalidad. Es la ciudad donde más claro es posible visualizar las políticas neoliberales, esto aunado a la plurinacionalidad que posee el Ecuador deja en la marginalidad de forma racializada y empobrecida a conjuntos humanos históricamente excluidos: población afrodescendiente, mestizos, indígenas, extranjeros, es decir el considerado "otro", el diferente.
Con la solicitud de cuarentena a nivel nacional, fue la población de Guayaquil la que no contaba con los mecanismos para hacerlo. Empobrecidos, su medio de subsistencia se encuentra en el comercio informal, en el día a día. Con el virus en las calles, fueros esas personas las que se enfrentaron con un sistema de salud fracturado y por tanto, rebasado. Así comenzaron a aparecer personas fallecidas en las casas y calles, sin embargo no todos son por corona virus, sino por otras dolencias que no fueron atendidas en los hospitales por encontrarse en colapso.
Justamente, en esta grave crisis es necesario que los medios de comunicación no exacerben, ni se lucren de las imágenes desde una visión apocalíptica. Este tratamiento informativo sensacionalista, y viralizado en las redes sociales, generan una construcción del imaginario social que no cuestiona la violencia estructural del que somos víctimas, sino reproducen la violencia, el racismo y nos distancia de lo verdaderamente importante, la protección de la dignidad humana, incluso en la muerte.
Pero también es un llamado de atención para la ciudadanía y gobiernos nacionales para que no utilicen estas imágenes sin contextualizar su historicidad. Así como para justificar el uso de las fuerzas de seguridad, incentivando el pánico social y desestimando el daño que políticas neoliberales y corrupción le han hecho al sistema de salud en particular y al Estado en general.
Sólo con humanidad, la erradicación de la discriminación y el cambio del sistema económico excluyente vamos a salir adelante. Quizás esta pandemia sea la oportunidad para realizarlo.