lunes, 15 abril 2024

Dictadores de cuello blanco

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La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno,

que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país,

la comunicación era delito.(1)

 

La dictadura no-militar en nuestros días, es la dictadura de los ricos. Aunque vuelven negocio las fuerzas militares y estas respeten la división estatal, sus fusiles y tecnología de inteligencia son la escoba que más barre. Pero la violencia legal no es la única arma que utilizan las familias de grandes apellidos para controlar un país. La memoria, es una construcción colectiva convertida en arma por ellos que apunta al corazón y razón de las comunidades, cuyos jóvenes son los blancos más vulnerables.

Un arma de olvido y tergiversación de la responsabilidad que han tenido en los acontecimientos de la historia de los países. Por ejemplo, su responsabilidad en masacres, genocidios, destierros campesinos, asesinatos selectivos y sistemáticos, en aquellos sectores que se oponen a sus intereses de clase oligarca. Tal es el caso de Maria Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático (partido de la ultra derecha colombiana) quien dijo que la másacre de las bananeras (donde murieron miles de trabajadores con sus familias en 1928 en el municipio de Ciénaga (Magdalena) a manos del Ejército Nacional bajo la orden de la United Fruit Company), es un mito de comunistas.

Asimismo, otro cartucho que les gusta usar cuando no tergiversan los hechos es ocultarlos con otros que ocurrieron durante el mismo año, como partidos de futbol, telenovelas, algún artista fallecido, entre otros. Como el ocultamiento del genocidio de A luchar, Pan y Libertad y la misma Unión Patriótica (a pesar de ser esta la más emblemática y posicionada en la opinión pública actualmente), que sin clasificar al mejor muerto, las dos primeras organizaciones han sido tapadas por el caso de la tercera. En fin, si se continua la cuenta de los casos se harían varios tomos de la historia maniatada por las burguesías.

Aun así, la evasión de la responsabilidad es un rasgo distintivo de la clase rica en asuntos de historia. Como en cualquier tema en disputa, el quién hizo qué sobre quién también es un conflicto que resuena más hoy en día por la preponderancia que tiene la producción y flujo de información, enclave de construcción de sentido; en directa relación con la justicia, verdad, reparación y no repetición. Las tecnologías de la información y comunicación juegan un papel protagónico, especialmente en las generaciones nuevas que nacen y crecen con el acceso a la información por medio de esta infraestructura tecnológica mundial.

¿Quién no ve o conoce a Netflix? Esta plataforma de películas y series es el nuevo miembro de las familias, cuyo servicio de entretenimiento acompaña almuerzos, cenas, visitas, etc., pero el interés de trasfondo es una disputa de sentido hacia la juventud y niñez con las películas históricas que narran determinados acontecimientos. Como pasa con el arresto de gran parte de la jefatura del movimiento Tupamaros (Uruguay) que dio un vuelco a la guerra librada entre el régimen y aquel movimiento de liberación nacional en el siglo pasado; este acontecimiento es retratado fielmente en “Estado de sitio”, película dirigida por Costa-Gavras.  

Cosa contraria se ve en la película que ofrece Netflix sobre este acontecimiento, conocida como “La noche de 12 años”, hecha por Álvaro Brechner, que para sorpresa, aparece Movistar en los créditos iniciales claramente como un colaborador. Sabiendo entonces que esta empresa es la versión latinoamericana de Telefónica (multinacional de comunicaciones) con una historia de explotación a sus trabajadores y posibles relaciones con la dictadura franquista española ¿qué le debe interesar a una multinacional que se muestre en una película donde esta invierte plata? lógicamente, una perspectiva de los hechos distanciada de los intereses y valores de la clase popular y, mucho menos cerca a la clase trabajadora.

Para no hacer spoiler de ambas películas, solo se mencionará que la segunda tiene un enfoque derrotista de los Tupamaros y cuya única salida es la pelea electoral liberal, hechando tierra al pensamiento y práctica rebelde que trasciende las urnas. Un sentido de la historia, coherente con la formación del tipo de jóvenes que beneficia a la oligarquía multinacional, una juventud pasiva y legitimadora de la democracia capitalista y por ahí derecho resignada a la “naturalidad” de sus reglas de juego económico y social.

Los dictadores de cuello blanco, también aprenden de la izquierda. Al tomar la consigna “el que no conoce la historia, está condenado a repetirla”; esta clase intenta imponer su historia para que sea repetida por las gentes, dirigiéndose con especial énfasis en la niñez y juventud del mundo. Pero como proceso colectivo y territorial que es la memoria, es necesario como respirar, rescatar los pasos perdidos, como lo enseñó Alejo Carpentier.

(1)  Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano. Pág. 11

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto
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