De ideologí­as y otras yerbas

Un discurso insulso, des-ideologizante, des-partidizante, des-clasado, pretende abrirse paso en la conciencia polí­tica colectiva de la ciudadaní­a salvadoreña. Como si la sociedad tuviera que ceñirse y someterse a un mismo interés o único ideario. Como si la sociedad no albergara en su seno el conjunto de antagonismos que la proclaman como tal. Como si todos/as debiéramos ser cortados con la misma tijera. Como si el individuo no tuviera derecho a sus pensamientos, sentimientos, creencias y experiencias propias, como si no tuviera derecho a su "ideologí­a". La resignación del rebaño encuentra permeables a algunas de las "cabezas polí­ticas" situadas en el paradigma transformador de la sociedad y en sus exponentes más jóvenes que re-producen ese conformismo justificándose en la paciencia histórica.

Quienes promueven ese discurso adormecedor "des ideologizante", profusamente promovido desde los medios de información, saben perfectamente bien lo que hacen, tienen a su alcance las herramientas de dominación cultural. La apatí­a, el conformismo, permite la "des- ideologización" y viceversa, bajo el influjo del espejismo discursivo de la "unidad" y la "des-partidización de la sociedad" como si tal cosa hubiese alguna vez existido en la historia de la humanidad. Por cierto, el espejismo discursivo de la "unidad" se ha consumado únicamente en episodios de conflagración, generalmente apelando a malogrados chauvinismos.

La historia está compuesta por perí­odos que pueden definirse. Han existido algunos muy largos, en que una "ideologí­a" excluyente, avasalladora, fundamentalmente de privilegios para pocos en menoscabo de todo lo demás, es la que ha prevalecido. Ese perí­odo debe agotarse, y cuando ocurra, un nuevo perí­odo tomará lugar y nuevas fuerzas sociales habrán de pugnar para hacer prevalecer, de nuevo, su "ideologí­a". Así­ es la historia.

La "ideologí­a" es pues, el obstáculo que le impide a quienes buscan perpetuar el estado de cosas excluyente consumar sus propósitos.

Diabolizar la "ideologí­a", dejar de cuestionar las estructuras de la sociedad desde esa perspectiva, dejar de cuestionar el estado de cosas excluyente, negar que la sociedad está conformada por partes (de ahí­ la concepción de partidos) e intereses disí­miles entre sí­, es a final de cuentas, la suprema victoria "ideológica" del conservadurismo.

Al menos yo, no renuncio a mi ideologí­a y ningún ser humano deberí­a.