La inteligencia artificial y yo

"Hay que encontrar un equilibrio entre la ayuda de la IA y el asegurarnos que nuestras palabras sigan siendo genuinas en un mundo cada vez más digitalizado": Nelson López Rojas.

Por Nelson López Rojas.

Hace años, cuando Salarrué caminaba por las calles de Nueva York, se encuentra la librería Brentano’s. Ese lugar albergaba los más exquisitos títulos universales y para la sorpresa del salvadoreño, se encuentra el Libro del trópico de Arturo Ambrogi, otro salvadoreño. Salarrué lo devora y se le ocurre que puede escribir algo parecido, es decir, muy muy parecido a las crónicas de su compatriota y lo denomina Cuentos de barro.

¿Es plagio o innovación? Ese será tema para otra columna, pero hablar de copiar ideas o el trabajo de los demás no es algo reciente: ya Shakespeare, T.S Elliot y hasta Vargas Llosa y García Márquez han tenido su cuota en este cuento.

Ya cuando los profesores estaban hartos de tanto copy-paste, surge el salvador de todos los que procrastinan en sus trabajos académicos: el ChatGPT. La inteligencia artificial (IA) no es algo nuevo, pero ha obtenido más empuje recientemente. En el área de la traducción, programas de CAT (Computer Assisted Translation) han beneficiado la labor de los traductores por años. Era un trabajo colaborativo: los traductores creaban un glosario, los subían a una base de datos y esta los democratizaba entre sus suscriptores. De ahí surgen traductores electrónicos como Yahoo, Babel, Altavista hasta llegar ahora al avanzado Google Translate.

La IA ha revolucionado numerosos aspectos de nuestras vidas, y el mundo académico no es una excepción. Nos encontramos inmersos en una era donde las máquinas son capaces de generar textos, desde simples respuestas automáticas hasta complejos ensayos y artículos periodísticos. Un experimento en Harvard reveló que la IA puede sacar mejores notas y escribir mejor que los humanos; de la misma forma, mi amiga de una prestigiosa universidad, me cuenta que por culpa del whisky en su noche de parranda no tuvo tiempo de leer un libro de 240 páginas de Coelho, pero gracias a la gestion del ChatGPT, su ensayo de 500 palabras se escribió en segundos. Le digo que yo uso StrikePlagiarism para detectar plagio y el uso de IAs. Su contrapunto es que ella usa undetectable.ia para humanizar sus textos y que los profesores con su software de avanzada no lo detecten. ¡Vaya cosa! Este avance tecnológico plantea muchos desafíos para los profesores y para la sociedad en general.

Pero no todo tiene que ser malo. Una de las principales ventajas de la IA en la escritura es su capacidad para aumentar la productividad y la eficiencia, claro está. Los algoritmos de generación de lenguaje natural, y mucho más con algoritmos humanizantes, pueden producir contenido a una velocidad impresionante, permitiendo a los escritores abordar tareas complejas en menos tiempo del que les llevaría de forma tradicional. Esto resulta especialmente útil en campos como el periodismo, donde la velocidad de publicación es crucial para mantenerse relevante en un mundo de noticias en constante cambio; sin embargo, esta automatización también plantea preguntas sobre la autenticidad y la originalidad del contenido generado por IA.

81 años después que Salarrué publicara su máxima obra, estamos en una circular que repite lo que se quiere decir, en otras palabras. Aunque estas herramientas pueden imitar el estilo y la estructura del lenguaje humano, carecen de la creatividad y la capacidad de comprensión profunda que caracteriza al pensamiento humano. Por ello, existe el riesgo de que el contenido producido por IA carezca de profundidad emocional, de humanismo, lo que podría socavar la calidad del trabajo creativo y el valor cultural de la obra.

Además, la proliferación de la IA en la escritura plantea preocupaciones éticas y legales, especialmente en términos de aprendizaje significativo en las escuelas y universidades, de derechos de autor y de plagio. A medida que las IAs generativas sean capaces de consumir grandes contenidos de texto para generar contenido de manera autónoma, surge la necesidad de establecer regulaciones claras sobre la atribución y la propiedad intelectual de los textos generados por IA. Es decir, si le pido a una IA que me genere un poema de amor como el de Roque Dalton, lo hará sin darle crédito, reconocimiento ni la compensación adecuada a los derechohabientes.

Quiero que mis estudiantes usen la IA como catalizadores para la inspiración, ayudándoles a explorar nuevas ideas y enfoques, no que lo usen como instrumento salvador de su procrastinación. Quiero que los jóvenes ganen premios con el corazón en la mano. La verdadera esencia de lo que escribimos radica en nuestra capacidad de contar historias de manera auténtica y significativa, en la expresión humana, la conexión emocional y poder identificarnos con las experiencias de los demás. Hay que encontrar un equilibrio entre la ayuda de la IA y el asegurarnos que nuestras palabras sigan siendo genuinas en un mundo cada vez más digitalizado.