Roque Dalton: A modo de introducción

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El libro, Looking for Trouble: Selected Poems of Roque Dalton, fue publicado por Smokestack Books, de Yorkshire, Reino Unido, en junio de 2016. Los poemas fueron por John Green and Michal Bonszak.

Lo siguiente es una traducción, con algunos agregados, de la introducción a la primera antologí­a de poesí­a de Roque Dalton publicada en el Reino Unido. El libro, Looking for Trouble: Selected Poems of Roque Dalton,  fue publicado por Smokestack Books, de Yorkshire, Reino Unido, en junio  de 2016. Los poemas fueron por John Green and Michal Boncza. 

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre

porque se detendrí­a la muerte y el reposo. [“¦]

                                                                                                                         

  • “Altas horas de la noche” (fragmento)

Publicado en 1962, el poema del cual fueron extraí­das aquellas palabras reúne, bajo un solo techo poético, buena parte de las preocupaciones que le desvelaban a Roque Dalton en su vida y su obra.  Él le dio a la poesí­a de su paí­s natal, El Salvador, una voz fresca y moderna, la voz de una sociedad inquieta y en veloz proceso de urbanización y creciente choque contra el viejo orden. Logró una franqueza y una intimidad en sus poemas que le valieron un papel muy influyente en las letras latinoamericanas de su época.

Sin embargo,  en  su  referencia  a la muerte, el lector siente en esos renglones el peligro que enfrentó en varias etapas de su vida como guerrillero urbano.  La muerte precoz no fue para Dalton un mero tropo literario, una señal de angustia romántica. Fue una posibilidad que él y miles de otros latinoamericanos de su generación enfrentaron con frecuencia en sus esfuerzos de movilizarse contra las dictaduras militares que se habí­an aposentado sobre sus paí­ses como una sombra negra.  Y en el llamado al silencio, vemos un recuerdo estoico de los años que vivió en la clandestinidad, en el mundo de las células guerrilleras, en las cuales la discreción era cuestión de vida y muerte.  

Roque Dalton Garcí­a nació en San Salvador el 14 de mayo de 1935, hijo ilegí­timo de una enfermera salvadoreña y un hacendado azucarero norteamericano emigrado a El Salvador.  Fue criado en un barrio de clase trabajadora por su madre, quien tuvo además una pequeña tienda de variedades donde el joven Roque aprendió el lenguaje popular y cargado de jergas que posteriormente desembocó en su poesí­a. Tuvo una formación jesuita en una escuela de elite, el Externado San José, pagada por su padre, en donde fue conocido hasta los 18 años como Roque Garcí­a.

Así­, su vida comenzó con una serie de agudas contracciones. Viví­a en un distrito obrero pero asistí­a a una escuela de ricos, desconocido por su padre pero subsidiado por él.  Estas ironí­as le dieron a Dalton un ojo inmisericorde para lo absurdo y lo hipócrita del orden conservador salvadoreño, que después ridiculizaba a lo largo de su carrera literaria y posteriormente procuró voltear con revolución.

En 1953, Dalton viajó a Chile para estudiar derecho.  Poco después de su  regreso  a El Salvador, el gobierno reformista del Presidente guatemalteco Jacobo Arbenz fue derrocado en un golpe de estado patrocinado por la CIA. Los simpatizantes arbencistas fluyeron durante semanas al vecino El Salvador, entre ellos un joven poeta y periodista quien llevaba una máquina de escribir, Otto René Castillo. Él y Dalton se hicieron amigos í­ntimos y colaboradores.  Castillo, por su parte, se enganchó casi de inmediato en San Salvador con un grupo de escritores y artistas quienes, desde 1956, se autodenominaron la Generación Comprometida.  

Animado sobre todo por Dalton, e incluyendo al novelista Manlio Argueta, el ensayista ítalo López Vallecillos, el dramaturgo Álvaro Menen Desleal y el pintor Carlos Cañas, entre otros, este grupo de intelectuales compartió un punto de vista progresista y un deseo de barrer con las costumbres provincianas e insulares de la sociedad salvadoreña y, por extensión, las de toda Centroamérica. Motivado por un deseo de modernizar la expresión no solo cultural sino también polí­tica y social en su conjunto e influenciado por una vista marxista de la historia (aunque no todos sus miembros se consideraban marxistas), estos intelectuales propusieron nada menos que un nuevo concepto de la sociedad que rechazó la imagen de campesinos alegres y armoní­a mestiza. En su lugar plantearon una historia de encarnizados conflictos sociales, mediocridad de elites y permanente opresión de clase. Querí­an sobre todo rescatar la memoria soterrada de la Matanza de 1932, cuando fueron masacrados miles de campesinos e indí­genas luego de una sublevación provocada por el desplome de los precios de café.  Dalton y Castillo juntos dispararon la primera salva en el nuevo lenguaje poético con su libro Dos puños por la tierra de 1955, un homenaje a dos mártires indí­genas de comienzos del siglo XIX a quienes vieron como precursores de los revolucionarios de la actualidad.  

Dalton, mientras tanto, publicó su primer libro importante, La ventana en el rostro, en México en 1961,  un poemario corto de versos e himnos melancólicos, algunos de ellos compuestos bajo la influencia de Neruda.  Su obra siguiente, El turno del ofendido, tomó aristas mucho más severas y lo estableció como la voz mordaz y provocadora de las letras salvadoreñas desde su primera página, en donde salió su dedicación al jefe policial responsable por su detención por actividades polí­ticas ilí­citas en 1960.  Aquella detención fácilmente hubiera podido terminar con la ejecución de Dalton ““ muchos no salieron vivos ““ si no fuera por el derrocamiento del gobierno militar de turno en un golpe, con lo cual Dalton fue puesto en libertad junto con otros centenares de presos polí­ticos.  En 1964 fue detenido nuevamente en San Salvador y esta vez tuvo una huida aún más insólita.  Mientras estaba preso, un agente estadounidense de la CIA intentó reclutarlo.  Dalton se abstuvo y fue devuelto a su celda donde, unos dí­as después, logró escaparse al escarbar un agujero en una pared de adobe debilitada por un temblor. Este episodio, relatado por Dalton en su novela póstumamente publicada Pobrecito poeta que era yo y confirmado décadas después a grandes rasgos por documentos desclasificados de la CIA, contribuyó a que adquiera una fama de escapes milagrosos y osadí­a ante el peligro.

Dalton se mudó a Checoslovaquia en 1965 para ocupar un puesto como redactor de la edición en español de la revista Problems of Peace and Socialism, una posición que le dio tiempo holgado para trabajar en sus propios proyectos.  Después de constante asedio policial en San Salvador, sus tres años en Praga resultaron ser los más estables y productivos de su carrera.  En un departamento modesto que compartió con su señora Aí­da Cañas y sus tres hijos, escribió su poemario más elogiado por la crí­tica, Taberna y otros lugares, un conjunto asegurado y asombrosamente original de poesí­a, poemas en prosa y diálogos teatrales que le ganó el premio Casa de las Américas en 1969.  Escribió además una desgarradora historia oral de la violencia de 1932, Miguel Mármol, a base de entrevistas en Praga con el sindicalista comunista y sobreviviente del mismo nombre.

La noticia de la muerte de Otto René Castillo en 1967 a manos de soldados guatemaltecos le propinó un duro golpe a Dalton. Junto con la muerte del Che Guevara en 1967, es probable que motivó su resolución de sacrificar una vida cómoda en Praga y juntarse eventualmente a la incipiente lucha guerrillera en El Salvador.  Se fue durante la “primavera praguense”, pocas semanas antes de la embestida de los tanques soviéticos, y se trasladó a Cuba. Vivió en la isla hasta 1973, perí­odo en lo cual adquirió la fama de ser miembro de la crema y nata de la izquierda internacional. En un tiempo de escasez, incertidumbre y hostilidad permanente del norte, la presencia encantadora de Dalton parecí­a estar en todas partes. Escribió y produjo una obra de teatro con tintes brechtianos junto con la dramaturga Nina Serrano para la televisión cubana, escribió ensayos para las revistas Casa de las Américas y Pensamiento Crí­tico y daba palestras en foros culturales.  Escribió lo que para muchos era su libro más salvadoreño, Las historias prohibidas del pulgarcito, un conjunto de poemas, anécdotas y pasajes periodí­sticos a la manera collage de su amigo Eduardo Galeano.  Aquel  libro, cuyo tí­tulo provino de la referencia algo banal de la poetisa chilena Gabriela Mistral a El Salvador como “el pulgarcito de América”, traí­a el famoso “Poema de amor”, un saludo sincero y cálido al obrero salvadoreño.

No obstante estos logros, la estancia de Dalton pronto tomó un giro oscuro.  Tuvo una discordia amarga  y personal con la dirigencia de Casa de las Américas y fue testigo de que muchos de sus amigos más cercanos perdieran sus empleos y hasta su libertad en el endurecimiento ideológico de la revolución a comienzos de los años 70, el famoso “quinquenio gris”. Amigos en La Habana dijeron que perdieron toda pista de él. Supieron después que estaba cumpliendo con un curso intensivo de entrenamiento guerrillero en preparación para su eventual retorno a El Salvador.  Muchos al parecer tení­an sus reservas sobre si era aconsejable que este bohemio y bebedor empedernido ya rallando los 40 años se volcara a la vida clandestina, pero él insistió y se fue.

Llegó a San Salvador en diciembre de 1973 para lo que resultó ser una temporada desastrosa con una organización relativamente nueva conocida como el Ejército Revolucionario del Pueblo. Los de lí­nea dura estaban en la ascendencia.  Algunos de ellos veinteañeros e incluso adolescentes, poco sabí­an y menos le importaban la carrera poética de Dalton, viéndolo más bien como una carga, un indisciplinado romántico.  Sumergido en este mundillo subterráneo y filisteo, logró escribir un tomo de poemas escritos bajo cinco seudónimos distintos, Poemas clandestinos (tí­tulo que se le dio solo después de su muerte), una hazaña que al parecer profundizó aún más su distanciamiento con la dirigencia del grupo. Al cabo de una enconada lucha de poderes en su seno, Dalton fue asesinado por sus propios compañeros junto con otro rebelde, Armando Arteaga, en mayo de 1975.

Yo descubrí­ la poesí­a de Roque Dalton cuando era estudiante en la Universidad de Massachusetts en 1984, cuando los escritores de la Generación Comprometida estaban ya vencidos por la muerte prematura, el exilio y la guerra fratricida que ellos, y sobre todo el ya legendario Dalton, habí­an vaticinados décadas antes si El Salvador no atendí­a sus profundas injusticias.  Su obra es un hechizo del cual nunca he podido deshacerme.  Es una pena que su “muerte monstruosa”, como lo calificó Julio Cortázar, dominara tanto su memoria porque su obra está tan cargada de humor, frescura y sinceridad. Roque Dalton nos recordó de las responsabilidades que tenemos todos uno con el otro y que los escritores no viven en un vací­o.  Insistió ante la historia que la poesí­a, como el pan, es de todos.

El libro puede adquirirse en:

Roger Atwood es Sescritor cuyos artí­culos y ensayos sobre Roque Dalton han sido publicados en Latin American Research Review, Realidad, y El Faro.  Dicta clases de redacción en la University of the District of Columbia, en la ciudad de Washington. 

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