… me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve …
Hace cien años, un 14 de setiembre, nacía en Paso de los Toros, una localidad uruguaya situada en el centro del país a orillas del Río Negro, Mario Benedetti, hijo de inmigrantes italianos.
La familia se traslada, cuatro años después, a Montevideo, la ciudad con la que se identifica el futuro autor y que se constituye en el escenario de la gran mayoría de sus obras.
En 1948 publica su primer ensayo, Peripecias y novelas, y comienza su andadura literaria, al frente de las revistas Marginalia y Número, que culminará con la dirección literaria del semanario Marcha, una de las publicaciones más importantes en el mundo cultural de toda América.
Lo compaginaba, desde muy joven, con sus trabajos de vendedor, taquígrafo y oficinista, un mundo que formó parte de su poesía y de sus primeros relatos, como Solo mientras tanto, Poemas de la oficina y Esta mañana y otros cuentos.
En 1959 publica El país de la cola de paja, un análisis certero, cargado con cierta dosis de crítica de la realidad uruguaya y del carácter y la forma de sentir y expresarse de sus compatriotas. Este acercamiento a la sensibilidad y particularidad del ser uruguayo, de la que él formaba parte, va a ser fundamental en su obra y en su forma de entender la sociedad y la política. Incluso en algunos textos humorísticos, llenos de sarcasmo e ironía, que publica en periódicos y que recoge en un libro, Mejor es Meneallo, con el seudónimo de Damocles.
En ese mismo año, con el libro de cuentos Montevideanos, su escenario predilecto, destaca la originalidad y el humor, a veces feroz, con el que maneja sus personajes y los argumentos que los envuelven, con finales sorpresivos y perfectas vueltas de tuerca.
Un año después, en 1960, se edita La tregua, una novela donde retrata a un oscuro funcionario y su pasión por una compañera más joven. Fue la lanzadera internacional de Benedetti, al constituirse en una obra que describe una situación generacional y universal. Tuvo más de cien ediciones y fue traducida a diecinueve lenguas. El director argentino Sergio Renán la llevó al cine, siendo nominada al Oscar en 1975.
En 1963 queda finalista del prestigioso premio Biblioteca Breve de la editorial barcelonesa Seix Barral con Gracias por el fuego, una novela donde aparecen la frustración y el crimen y en la que afloran sentimientos y pensamientos narrados de manera brillante por el mejor Benedetti.
A principios de los 60 reside durante cinco meses en Estados Unidos, de donde regresa muy crítico con las desigualdades y el racismo.
La Revolución Cubana significa un parteaguas en la intelectualidad latinoamericana y Mario Benedetti se vuelve un activo y comprometido militante político, adherido a la causa de “ese sacudón que nos cambió todos los esquemas”, como escribió en El país de la cola de paja.
Es entonces cuando, iniciando una larga relación, se instala en La Habana, colaborando con Casa de las Américas y creando y dirigiendo el Centro de Investigaciones Literarias hasta 1971.
Su obra trasciende en popularidad los límites de su país, su “paisito”, encontrando excelente crítica y público en toda América y en España. Su poesía, cercana, representativa y vitalista, encuentra lugar en lo popular, calando especialmente en la juventud, formando parte, además, del repertorio de grandes figuras artísticas como Nacha Guevara con su mítico disco Nacha canta a Benedetti y decenas de actuaciones junto a Alberto Favero. También cantan sus letras Pablo Milanés, Rosa león, Luis Pastor, Gianfranco Pagliaro, Tania Libertad, Patricia Barone y sus compatriotas H. Numa Moraes, Alfredo Zitarroza, Daniel Viglietti y Laura Canoura. Y graba temas originales Joan Manuel Serrat.
En su retorno al Uruguay publica, entre otras, El cumpleaños de Juan Ángel, Letras de emergencia y Cotidianas. Paralelamente aumenta su acción política, participando en la creación y dirección del Movimiento Independientes 26 de Marzo, organización de izquierda que se integrará en el Frente Amplio.
En estos años duros, en los que el sistema democrático uruguayo sufría los ataques de una derecha cerril y de una economía en crisis, Benedetti publica una selección de textos críticos y ensayos sobre literatura latinoamericana y la Crónica del 71, donde incorpora artículos políticos y algunos de sus discursos durante la campaña del Frente Amplio.
Tras el golpe de estado de 1973 renuncia a sus cargos en la Universidad y parte a un largo exilio, que él denominó desexilio, que lo lleva a la Argentina, donde dirigió un proyecto editorial combativo, La Línea.
Amenazado de muerte por la organización terrorista Triple A, inicia un periplo que lo lleva a vivir en Perú, donde fue detenido y deportado, nuevamente Cuba, México y España.
En Cuba se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas.
A la selección de cuentos Con y sin nostalgia y a la obra teatral Pedro y el Capitán (un drama estremecedor entre un torturador y su víctima), les siguen Primavera con una esquina rota, que obtiene posteriormente el Premio Amnistía Internacional, y Vientos del exilio.
El asma, la “memoria del fuelle” según sus palabras, lo acompaña desde los años 60 y lo obliga a cambios de residencia, dejando Cuba por Palma de Mallorca y posteriormente Madrid, buscando los aires más secos y sanos. Inicia su colaboración con el diario El País, en una columna de opinión semanal que se hace indispensable.
En 1985 regresa a Uruguay, donde el sonido de las criminales botas militares había sido sustituido por un tímido renacer democrático. El poeta del exilio, como fue nombrado, retoma el contacto con sus compañeros y con la militancia frentista. En unas declaraciones a una publicación local dice que “a fin de cuentas el exilio es una decisión de otros, el desexilio lo elige uno mismo”. Ese reencuentro montevideano lo plasma en varias de sus obras y lo expone en el libro Geografías: “De pronto advierto que los árboles de dieciocho (por la principal avenida de la ciudad) eran importantes, casi decisivos para mí. Es a mí al que han mutilado. Me he quedado sin ramas, sin brazos, sin hojas…”
Durante estos años recibe premios y reconocimientos nacionales e internacionales y continúan editando sus obras en todo el mundo. En la Argentina se anuncia la edición de sus Obras Completas en 36 volúmenes, mientras que en España se editan sus Cuentos Completos.
Algunos de esos reconocimientos son la Medalla Haydeé Santamaría del Consejo de Estado de Cuba, la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral de Chile, los doctorados Honoris Causa de las Universidades de Alicante, Valladolid y La Habana, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, su consideración como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Montevideo, el Premio Internacional Menéndez Pelayo en Santander y las condecoraciones en Venezuela y El Salvador.
En 2006 fallece su compañera Luz López, con quien se había casado en 1946 y compartiera con él exilios y desexilios. Su salud se comienza a resquebrajar, tal vez por la falta de ese amor al que tanto le había escrito.
Poemas de amor que habían servido para unir parejas y poemas de resistencia y de lucha que acompañaron a miles de militantes por todo el mundo.
“Las causas en las que creo y que son derrotadas son las que me impulsan, porque gracias a que las defiendo puedo dormir tranquilo”. Una frase que sintetiza el pensamiento de quien se definía como “un optimista incorregible”.
Su lenguaje llano y el hecho de escribir sobre cuestiones fundamentales del ser humano, son algunas de las razones de peso para comprender por qué el mensaje de Mario Benedetti atraviesa fronteras generacionales y geográficas sin perder su capacidad de comunicar y conmover.
Vivió como pensaba. Un hombre sencillo, triste y cordial, amigo solidario, compañero de lucha y esperanza.
Fallece a los 88 años el 17 de mayo de 2009 y es velado en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo de Uruguay. En su libro Rincón de Haikus había escrito que “cuando me entierren/por favor no se olviden/de mi bolígrafo”. Y así fue enterrado entre flores y miles de bolígrafos, para continuar escribiendo.
Apenas dos días antes de su partida, desde el cuarto del hospital en el que se hallaba internado, Benedetti dio su aprobación al compositor argentino Javier Gonzáles y a la cantante Patricia Barone para realizar una versión de un soneto suyo titulado Esta paz. Fue su última canción:
Esta paz / simulacro de banderas
unida con hilvanes a la historia
tiene algo de perdón / poco de gloria
y ya no espera nada en sus esperas
es una paz con guerras volanderas /
y como toda paz obligatoria
no encuentra su razón en la memoria
ni tiene la salud de las quimeras
esta paz sin orgullo ni linaje
se vende al invasor / el consabido
me refiero a esta paz / esta basura
mejor será buscarle otro paisaje
o amenazarla en su precoz olvido
con una puñalada de ternura.