Uno de los grandes errores que cometió tanto la antigua cúpula del FMLN como la intelectualidad ilustrada salvadoreña fue el de subestimar el talento político del bachiller Nayib Bukele. Todos los grandes expulsados del Frente, todos aquellos que antaño desafiaron el poder oligárquico de los comandantes, pasaron al olvido. En cambio, Bukele no solo sobrevivió a su expulsión del FMLN sino que ha puesto contra las cuerdas, y al borde de la inanidad política, al partido del cual fue expulsado.
Es cierto que no derrotó él solo a su antiguo partido, le ayudaron las circunstancias y el anquilosamiento y los gruesos errores de la cúpula.
Si la política es una partida de ajedrez, debemos reconocer que los antiguos campeones del ajedrez político de la posguerra se han quedado desconcertados, rebasados, por la manera de jugar que tiene el nuevo campeón del ajedrez político salvadoreño.
Glosar críticamente los excesos del nuevo presidente, ponerle palos a las ruedas de las medidas que va aplicando, es ir detrás de sus acciones y de la agenda que estas imponen. Y eso es lo que pasa, que tanto los partidos tradicionales como los críticos más inteligentes de “Nuevas Ideas” van detrás de Bukele y su equipo, él y su gente son los que llevan la iniciativa. Y Lo malo de ir detrás de las medidas de un gobierno para erosionarlo es que su mero cuestionamiento no supone la creación de alternativas creíbles.
Mientras los críticos anotan cuidadosamente aquellas medidas en que el gobierno se desvía de la ley, Bukele y su gente preparan con urgencia el terreno para las próximas elecciones. Ese posiblemente sea su tiempo político. Y las pesadas estructuras burocráticas de Arena y el FMLN ni siquiera han digerido con inteligencia su derrota y mucho menos se adaptan a las urgencias que el nuevo tiempo político impone. Y quienes quieren fundar una nueva izquierda, por lo visto, todavía se lo estan pensando.
Uno se pregunta si Arena y el FMLN, desconcertados, desubicados y empequeñecidos por la forma de jugar del nuevo campeón, tienen capacidad de reinventarse como jugadores. Han estafado tanto a la ciudadanía, la han defraudado tanto, que ni son capaces de crear nuevas jugadas ni son capaces de levantar del suelo el futuro que solían vender en el mercado de las alternativas.
A los intelectuales hay que decirles que la inteligencia en política tampoco basta si se pierde de vista cuáles son las reglas que gobiernan el corazón de las masas. Y el nuevo presidente anda en eso, hablándole al oído de esa pulsión autoritaria que anida en el alma de una ciudadanía expuesta desde hace años a la incertidumbre de la violencia.
A Bukele no se le derrotará solo por medio de objeciones jurídicas y análisis políticos brillantes, sino que disputándole el corazón del pueblo con futuros políticos factibles y creíbles. De momento, equivocado o no, autoritario o no, Bukele personifica la esperanza (eso que ya no encarnan ni el Frente, ni Arena) para un amplio sector de la ciudadanía salvadoreña. Veo difícil que los reparos legales puedan derrotarlo sino forman parte de una poderosa esperanza política alternativa. Ojalá que esta esperanza logre construirla la izquierda que viene.