Por Francisco de Asís López.
En 1785, un joven francmasón y español que entonces se conocía como como peninsular, nacido en la región de Navarra, llegó a EE. UU.: su nombre era Pedro (Peter) Casanave. Cito las palabras de Louis Nevaer subrayando este logro inusual en ese momento: “Que un inmigrante hispano que hablaba poco inglés pudiera reclamar acceso a ningún otro que no fuera el primer presidente estadounidense es notable. Cuando se considera que el pariente de Casanave, un tío, había sido nada menos que Juan de Miralles, el comerciante español que vendió armas a Washington durante la Guerra Revolucionaria y sirvió como enlace entre los estadounidenses y Carlos III, el rey Borbón de España, sin embargo, la sorpresa disminuye”.
El logro principal de Casanave está relacionado inextricablemente con la historia de EE. UU.: el 12 de octubre de 1792, una fecha específicamente elegida para conmemorar el 300 aniversario de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, Peter Casanave colocó la piedra angular de la Casa del Presidente, la actual Casa Blanca, y las obras reales comenzaron al día siguiente. Aunque el trabajo técnico se asignó a un arquitecto irlandés llamado Hoban, la “gestión de proyectos” real e impecable estuvo en manos de Casanave, hasta que falleció a una edad temprana, un año antes de que Hoban completara las obras.
Asimismo, vale la pena mencionar el hecho de que el legado de Casanave toca otro hito en la historia de EE. UU. La moneda nacional, el dólar estadounidense comenzaba su andadura y el presidente Washington se dirigió a España para recabar apoyos cara a su fortalecimiento y expansión. La Ley de Acuñación de 1792 estableció la Casa de Moneda de los Estados Unidos y Washington nombró a David Rittenhouse, el tesorero de Pensilvania, como el primer director de la casa de moneda. Washington aconsejó a Rittenhouse que entrara en contacto con Casanave. Tras reunirse, se acordó que el dólar estadounidense debía estar a la par con el dólar de plata español, divisa aceptada en la época incluso en la China imperial, si la moneda estadounidense aspiraba a expandirse y disponer de prestigio internacional.
Estos dos elementos clave: el prestigio del presidente de EE. UU. plasmado en la Casa Blanca y el papel supremo del dólar estadounidense en la economía mundial están actualmente en disputa debido a los “diseños arancelarios” de otro Peter con raíces en Navarra: Peter Navarro.
Al llegar a este punto, no puedo evitar recordar la respuesta de Benjamin Franklin cuando una dama le preguntó sobre los resultados de las elecciones: “Una república, señora, si pueden mantenerla”.