Por Grego Pineda.
Corre el año 2024 y la República de El Salvador continúa renaciendo bajo el liderazgo de voluntades y espíritus trascendentes. Ahora campean vientos que alientan la esperanza, la confianza, la seguridad social y la prosperidad basada en el esfuerzo individual. Son tiempos de repensar la vida y el mañana. A este concierto de iniciativas positivas se suma la exposición pictórica “Háblame con el corazón” bajo el auspicio de la Fundación Miguel Ángel Ramírez en el mítico pueblo de Panchimalco, a pocos minutos de San Salvador.
Al final del año y como una magnífica celebración navideña, un importante grupo de niños/niñas y jóvenes, de diferentes estratos y condiciones sociales, presentan sus pinturas, creadas con intensa inspiración que ebulle en sus tiernos y nobilísimos corazones. Cada obra juvenil denota una perspectiva única y en un cuidadoso maridaje de colores, hablan desde el corazón a los espectadores que, sin duda, evaluarán y juzgarán desde sus propios corazones.
Si bien es cierto que las artes plásticas requieren un rigor académico, también es cierto, que la pasión del artista es el elemento diferenciador. La técnica indica, dirige y pone límites y establece escuela, pero son los sentimientos los que dan vida a la obra. Los arrebatos de los artistas, poseídos por las musas, son los vínculos o el “no sé qué” que fusiona al espectador con el artista-obra.

Cuando los espectadores se encuentren frente a las pinturas de “Háblame con el corazón”, emergerá la urgencia de juzgar. La prisa es enemiga de lo bueno, de lo que vale la pena, y ojalá no caigan en la trampa inmediata del simplismo y decir: “me gusta o no me gusta”. Sin embargo, el ojo avizor llegará al fondo: interpretará, descubrirá al artista, pero a su vez, ¡Oh, magia!, se descubrirá a sí mismo y es aquí donde el arte salva a la Humanidad. Sí, la Humanidad tiende a sucumbir a la inmediatez, a la urgencia, pero el arte sustenta la importancia del tiempo, es decir, la eternidad.
Los valores eternos: libertad, amor, lealtad, fe y búsqueda de la felicidad, se han visto reflejados y preservados en el arte en general. Por este motivo el maestro Miguel Ángel Ramírez, consciente de su responsabilidad social y con una fe en la capacidad creativa de los niños y jóvenes, se embarca en proyectos periódicos donde provee espacios, guía y enseñanza para que éstos encuentren su voz interna/espiritual y se expresen o nos expresen su cosmovisión.
Ahora bien, darles un lienzo en blanco y materiales para expresarse a los niños y jóvenes, encarna un riesgo existencial para los adultos, pues podríamos recibir, a cambio, las verdades que ignoramos o decidimos ignorar y entonces, enfrentados a la voz liberada nos puede develar un reclamo latente de quienes esperan y necesitan nuestro compromiso para proveerles un mundo menos violento, con más amor, esperanza y oportunidades.
A mí me han estremecido las obras de “Háblame con el corazón”, y mi recogimiento ha sido porque hay múltiples discursos que nos insinúan las ansiedades y temores e incluso los sufrimientos que conviven con nuestros niños y jóvenes y que ahora, al fin, nos hablan con el corazón. Los niños ya pintaron/hablaron. Ahora falta que no los decepcionemos con nuestra indiferencia.