Ursula von der Leyen, presidenta de la Unión Europea. Foto: Cortesía.
Desde Ginebra, Juan Gasparini.
Al no poder contar con la buena fe de Rusia, ante el fracaso del «memorándum de Budapest», firmado en 1994 entre otros por Ucrania y Rusia, cuando Kiev entregó a Moscú su arsenal nuclear a cambio del respeto de su integridad territorial, la alternativa para oponerse a la invasión en curso de Vladimir Putin, que ha comenzado a explorar el presidente Volodymyr Zelensky, es afrontarlo con la «disuasión convencional», oponiéndole su ejercito, hoy el mas eficaz del mundo.
El objetivo del acoso permanente ejercido por Ucrania por tierra, mar y aire, arruinando la tregua de 3 días propuesta por Rusia, en el aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, es conseguir «garantías de seguridad», es decir la certeza que Rusia «no la atacará nunca más», como sucediera cuando violara lo firmado en Budapest hace 21 años por el soviético Boris Eltsine, junto al estadounidense Bill Clinton, y el ucraniano Leonid Krautchopuk, entre otros. (1)
Hoy «el régimen ruso es una síntesis de zarismo y stalinismo, apoyado por la Iglesia Ortodoxa, con un barniz ideológico que enmascara mal su naturaleza «kleptócrata» y mafiosa… Es una alianza entre oligarcas y las instituciones de seguridad», y «omite una dimensión esencial del poder moderno en Rusia: la importancia estructural en su funcionamiento del crimen organizado …Sin fe ni ley veneran el dinero y la fuerza», resume Bruno Tertrais, politólogo francés. (2)
Revela también «un doble sistema mafioso, vertical a cada escalón donde hay que pagar un tributo al escalón superior a cambio de su protección… La idea de la nación como voluntad de vivir juntos les es extranjera. El imperio asegura su cohesión, no gracias a instituciones sino bajo la coerción… El pueblo debe estar encerrado para protegerlo del contagio de ideas occidentales. El 10% de los rusos han sufrido la tortura policial o de seguridad, al margen de los « gangs» y del crimen organizado. La violencia sufrida proviene de la violencia padecida». (3)
Su carácter «imperial», indica que «no hay una concepción de nación rusa». Los habitantes «se piensan como imperio. La idea de nación como voluntad de vivir juntos les es extraña. El imperio asegura su cohesión bajo la coerción. La expansión crea un problema de seguridad ontológico. La amenaza puede venir del Este, pero proviene del Oeste. El país debe protegerse de la invasión recurrentemente de su territorio». Las capacidades de Rusia «no están a la altura de sus aspiraciones», y «comulga en la pasión de la dominación y de la humillación de los demás». (4)
Esta nación, «esencialmente conquistadora, ávida a fuerza de privaciones, expía una sumisión que envilece, con la esperanza de ejercer una tiranía sobre los demás. Con una tasa de abortos superior a la de los Estados Unidos, un tercio de los hogares lo constituyen madres solteras, junto a una práctica religiosa sin vitalidad, en detrimento de una renovación de las creencias, se presenta como la encarnación de un conservadurismo europeo que no convence». (5)
En el exterior de sus fronteras, Rusia trata de «reconstruir una esfera de influencia, o de interés prioritaria», anteriormente llamada «extranjero próximo», conjugando «la seducción con la intimidación, y si fuera necesario por la fuerza … en defensa de un mundo ruso … cuyas fronteras están en ningún lugar… El objetivo es revanchista». Putin tendría «un gran diseño … juntando por diferentes medios directos e indirectos tierras rusas consideradas como ancestrales». (6)
Ese shock para doblegar a la Unión Europea, frente a la cual Estados Unidos ha dejado sola a Ucrania ante Moscú, resulta «chocante que para Washington su reconocimiento que Crimea es «de jure» perteneciente a Rusia. Sería la primera vez desde 1945 que ahora el gobierno de Donald Trump convalidaría una modificación por la fuerza de las fronteras en Europa», levantando las sanciones contra Moscú, y admitiendo «de facto» la amputación del 20% de Ucrania, cerrándole las puertas de la OTAN, disimulando una capitulación ante un hecho consumado». (7)
«El peligro de un tal programa es que Vladimir Putin deduzca que la guerra en Europa puede beneficiarlo. Y que luego de haber asimilado los beneficios de la generosidad del trumpismo, reconstruya sus fuerzas y lance un nuevo asalto contra Kiev dentro de algunos años… Gracias al coraje y la resistencia ucraniana, Europa dispone de tiempo para rearmarse, lo que ha comenzado aún tímidamente, para prepararse al ineluctable retiro estadounidense del Viejo Continente». El viernes pasado desfilaron en Londres tropas de Inglaterra, Francia y Ucrania. (8)
«Lo importante que que Kiev dispone hoy de un ejercito aguerrido y potente», de 1 millón de soldados «capaz de resistir a un agresor superior en número», que dispone de una industria propia de armamento y municiones, mediante el cual «es aún posible de frenar a Putin, antes que cruce la frontera del rio Dnieper», uno de los más largos de Europa, frontera natural y linea de separación entre las fuerzas ucranianas y rusas en del sur de Ucrania. Una «coalición de voluntarios», se ha formado entre Francia, Inglaterra, que podría extenderse a Alemania. (9)
Kiev a postulado para entrar a la Unión Europea y el procedimiento de adhesión está en curso. La ayuda financiera de Bruselas debe demostrar que puede sostener el esfuerzo de guerra de Kiev, desarrollando una industria propia de armamento, susceptible de ser financiada «con los 200 mil millones de euros rusos bloqueados en bancos y empresas de países de la UE, que se suman a los 40 mil millones de euros congelados por Londres». (10)
(1) Michel Goya, «Le Point», Francia, 20 de de febrero de 2025
(2,3,4,5,6) Bruno Tertrais, «La guerre des mondes. Le retour de la géopolitique et le choc des empires», L’Observatoire, Paris, France, octubre-diciembre de 2023.
(7,8,9 y 10) Luc de Barochez, «Le Point», Paris, Francia, 1 de mayo de 2025.