martes, 16 abril 2024

Terremoto en México: tierra de héroes sin capa

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Brigadistas de todo el mundo arriesgan su vida para salvar otras. En este reportaje, el perfil de un trabajo de riesgo, alegrí­as, penas y grandes frustraciones

Bajo un inclemente sol o una intensa lluvia, hombres y mujeres de distintas nacionalidades no dudan en arriesgar su vida por salvar otra. En medio del dolor y el desastre, cientos de brigadistas se convierten en héroes sin capas para un México golpeado.

"Nosotros venimos a hacer nuestro mejor empeño y esperamos hacer lo más que podamos", dice David Carpia, jefe de ungrupo de rescate de El Salvador enviado a México para apoyar en las labores de salvamento tras el terremoto del martes.

Carpia tiene 49 años y lleva 27 desempeñándose como bombero y llevando a cabo este tipo de acciones. Ha realizado misiones en varios paí­ses -incluido el suyo-,como Haití­ y Ecuador, por lo que está habituado a ver escenas dramáticas como las que desarrollan en la Ciudad de México.

"Pero igual afectan. Siempre afectan. Dejan secuelas", confiesa. Para el salvadoreño, una cosa es estar acostumbrado a ver tragedias y otra volverse indolente ante ellas.

El cuerpo de rescate de El Salvador está compuesto por 25 personas que arribaron a la capital mexicana el miércoles por la noche. Así­ como ellos, brigadas de Israel, España, Japón, Chile, entre otros, han ido llegando como una muestra de solidaridad internacional con una nación que ha tenido que soportar el embate de dos terremotos en menos de dos semanas.

Con unos 500 edificios dañados -muchos de ellos colapsados-, la Ciudad de México fue la más afectada por el sismo de magnitud 7,1 que remeció el paí­s el martes por la tarde.

El epicentro tuvo lugar a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan y 120 kilómetros al sur de la capital, justo en los lí­mites entre los estados centrales de Puebla y Morelos, también afectados. La cifra general de ví­ctimas fatales es de unos 300 y puede aumentar conforme avanzan las acciones de búsqueda y remoción de escombros.

Estas labores se replican en varios puntos de la Ciudad de México, donde rescatistas profesionales y voluntarios civiles llevan horas y horas de trabajo a marchas forzadas para encontrar sobrevivientes. Trabajan juntos, coordinados y sin descanso.

"Tenemos 3.600 brigadistas desplegados en la ciudad", dijo el alcalde capitalino, Miguel Ángel Mancera, al hacer un recuento de la situación y tras asegurar que la prioridad es continuar encontrando personas con vida.

Para los socorristas también lo es. "Nuestro objetivo siempre es rescatar personas", manifiesta Carpia. Sin embargo, admite que también es necesario "ser realistas" en un trabajo como el de ellos, lleno de riesgos.

En las labores de rescate los brigadistas exponen su vida todo el tiempo. Una réplica fuerte, un derrumbe inesperado, un error de cálculo, una fuga de gas, un paso en falso… cualquier detalle puede suponer la muerte de las personas atrapadas y de ellos mismos.

"Nosotros sabemos eso y por eso siempre tomamos precauciones, pero el peligro siempre está en un trabajo como este", añade. Además, explica que los riesgos no son solo fí­sicos, sino también psicológicos y emocionales. "Frustración, culpa, si es que no logramos el objetivo. Todo eso afecta, por eso tenemos psicólogos".

Cómo trabajan

Pero ellos dejan todo a un lado para ayudar. Con cascos, ropa reglamentaria, botas y herramientas, revisan cada ángulo del edificio en ruinas en el que trabajan. Arquitectos e ingenieros colaboran en todo momento, mientras que los voluntarios civiles quitan las piedras, trozos de cemento y despejan el área.

Lo primero que hacen es ubicar las zonas en las que las posibles ví­ctimas podrí­an refugiarse. Luego hacen un "llama y escucha", que es cuando el brigadista habla o grita en busca de algún sonido que indique que hay alguien a quien rescatar. Si eso no funciona, se utilizan escáneres especiales, sensores térmicos y perros entrenados.

También hay una serie de señas que se usan durante el proceso. Imágenes de televisión mostraban como un brigadista con el puño en alto era capaz de silenciar por completo a las personas. Con dos puños arriba, todo lo contrario: aplausos, exclamaciones y sonrisas porque se ha encontrado a alguien con vida.

"No se trata de un sistema estándar porque varí­a dependiendo de cada paí­s, pero son útiles porque en estos lugares siempre hay ruido y hablar a veces no sirve", explica el salvadoreño. "En México seguramente empezaron a hacer lo de los puños muchos tiempo atrás y eso se interioriza y se pasa de unos a otros".

Para Carpia, dos puños alto tienen un simbolismo especial. "Es un gesto de victoria", dice. Y con todas las muertes de las que ha sido testigo la Ciudad de México en los últimos dí­as, todos esperan que se convierta en el gesto más frecuente.

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