Por Gabriel Otero.
En los últimos años la condición humana que se ha potenciado a la décima es la estupidez, estadio conformista de los que no investigan ni sustentan lo que dicen, libre expresión trasnochada que ha mutado en un concurso sin galardones, para ver quien escribe o profiere más estupideces en el menor tiempo posible. A toda acción corresponde una reacción, no importa si hay razones o no, Twitter es un ejemplo meridiano de ello.
No hay distingos de formación profesional, o de aquellos que apenas comienzan, las redes sociales son el amplificador perfecto para difundir las opiniones sobre cualquier tema, su análisis es un ejercicio vergonzoso de lo bajo que ha caído la humanidad.
En este océano de estupideces y como afirmó el estudioso italiano Umberto Eco, célebre por su libro “Apocalípticos e integrados” y sus novelas “El nombre de la rosa” y “El péndulo de Foucault”, “el drama del internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”1.
Observándolo desde una perspectiva sumamente general, es todavía más penoso filtrar cualquier juicio por el tamiz generacional y verificar que hay grupos de adultos jóvenes, en teoría mejor preparados, con una ilusión revisionista fútil intentando reparar los agravios y taras consumadas en el pasado.
Esto lo exponen un conglomerado de opinadores consumados horrorizados por el bullying, la catagelofilia, o adicción al ridículo, que vimos en programas televisivos y muchas veces, sufrimos en colegios públicos y católicos, humillados por nuestros maestros y compañeros como algo cotidiano y normalizado año con año.
Los hechos presentes y cualquier visión torcida actual pueden corregirse hoy con miras a futuro, pero es inútil juzgar el pasado con afanes de autocomplacencia o nada más repudiarlo porque no nos atrae o no nos sentimos identificados. No hay tiempos pretéritos al gusto, se aceptan tal cual, con las reservas del caso.
Peor aún, es la postura asumida por mis contemporáneos, una generación que va de salida, pero que se siente ungida glorificando el pasado, gente que se autoengaña y que considera ser de acero forjado porque tomábamos agua de los chorros, nos mojábamos a placer con la lluvia y otras tonterías características de la nostalgia y que sugieren la supremacía generacional por haber crecido hace 40 o 50 años.
Y esta generación, la mía, cuyas falencias y sobreprotecciones dieron origen a la mal llamada generación de cristal, categoría odiosa per se, creación que no nos atribuimos por soberbios e ignorantes.
Lo de hoy es la democratización de la estupidez.
(1) Español, R. E. (2015, 18 junio). Umberto Eco: «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas». RT En Español. https://actualidad.rt.com/actualidad/177851-umberto-eco-redes-sociales-legion-idiotas