Roque Dalton: dos anécdotas”¦

La noticia de su muerte nos llegó sin mayores detalles, sorprendente e increí­ble, pues para algunos, Roque, desde antes y para entonces, estarí­a residiendo fuera del paí­s

Noticia de su asesinato

Era el 11 de mayo de 1975. Varios compañeros de oficio que nos dedicábamos a analizar y profundizar un poco más en la obra de Roque Dalton, dentro de un proyecto que iba cobrando forma sobre una selección antológica de la poesí­a salvadoreña, lejos estábamos de imaginar que un dí­a antes, el 10 de mayo, fuerzas oscuras habí­an truncado la vida del poeta, amigo y compañero, orientador literario de algunos miembros de aquella generación.

Dí­as después, la noticia de su muerte nos llegó sin mayores detalles, sorprendente e increí­ble, pues para algunos, Roque, desde antes y para entonces, estarí­a residiendo fuera del paí­s.

Por eso fue que a todos los que estaban conmigo reunidos aquella tarde, para ayudar a la conformidad les agradó mi frase cargada de esceptisismo

“” Mientras no lo veamos o alguien nos pruebe que ha visto el cadáver y el lugar donde quedó Roque, no debemos darlo por muerto”¦

Pero la noticia se reconfirmaba con los dí­as: Roque Dalton habí­a dejado de existir, ví­ctima de represalia por parte de sus mismos compañeros, dirigentes de la agrupación guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), casi justamente a los 40 años de edad, que los cumplirí­a 4 dí­as después, el 14 del citado mes.

 

Mi última charla con Roque

Mi última charla con Roque fue por 1964, en las gradas del entonces edificio en construcción de la Biblioteca de la Universidad de El Salvador.

Yo buscaba información para mi columna cultural “Voz universitaria”, que mantení­a en el periódico “Tribuna Libre”. Roque, a pesar de que para entonces era presa de un andar muy sigiloso, no perdí­a la visión y el compromiso de impulsar la labor literaria, como una contribución al desarrollo cultural del paí­s. Casi al final de la charla, me dijo:

“” Conviene intentar un trabajo más amplio y sostenido sobre la poesí­a. No están demás los recitales que se vienen realizando, pero se precisa de algo más. Andá donde Tirso (Canales), ahí­ en las barracas de Humanidades, y platicá con él; tiene algunas ideas sobre la necesidad de que los escritores nos vayamos agrupando, para impulsar nuestro quehacer. Platiquen y me contás”¦

No pude contárselo. La misión que le imponí­an su vocación y convicción habrí­a de llevarlo más lejos de lo que todos imaginábamos. Hasta el desenlace fatal que nos fue comunicado aquel dí­a de mayo, en 1975″¦

(Fragmentos de mi libro ALLA AL PIE DE LA MONTAí‘A, Capí­tulo 25: “Roque Dalton: crimen sin castigo”, Ediciones 2002, 2008 y 2010, Talleres Gráficos UCA, San Salvador).