Primera conversación del Profe con su esposa

Después de cuatro dí­as de haber tenido su primera conversación con su esposa, el Profe me contó algunos de los aspectos de la misma, mostrando mucha entereza y confianza en sí­ mismo.

Su esposa no habí­a sido detenida, se le dio la casa por cárcel y se le habí­a interrogado cuatro veces sobre las actividades polí­tico militares de su esposo; en el  primer interrogatorio le dijeron que su esposo se encontraba en una cárcel completamente aislado, que serí­a fusilado en unos dí­as, que lo mejor era que confesara las actividades que su esposo realizaba de espionaje cubano y de organización militar de miembros del Partido Comunista; ella declaró que su esposo no era un espí­a cubano, que efectivamente él habí­a viajado a Cuba cuando era soltero, como gerente de la Universidad del Norte acompañaba en todas las ocasiones a las delegaciones de profesores de la Universidad de la Habana que llegaban a realizar diversas actividades académicas, en el marco del convenio que existí­a entre ambas universidades; también habí­a dicho  que en ningún momento ella tuvo conocimiento que el poseí­a armas y que efectivamente estaba convencido de que se darí­a un golpe de estado y que lucharí­a junto a los chilenos en defensa del Presidente Allende; finalmente dijo  que ella era demócrata cristiana, educada en un colegio católico bilingüe y  que no conversaba de polí­tica con la compañera de vida del capitán del ejército que les alquilaba la casa, en una colonia exclusiva para militares; los alumnos del Profe de la Universidad del Norte, que se quedaron en Arica después del golpe, se habí­an portado muy bien con su esposa y sus dos hijos, llevándole alimentos y medicinas, así­ como cuidando a sus hijos mientras que su esposa era llevada a interrogatorio; siete dí­as después del golpe de estado contra el Presidente Salvador Allende, los padres de su esposa llegaron a la ciudad de Arica, provenientes de la capital, hicieron el viaje en autobús, por que se habí­an suspendidos los vuelos aéreos a esta ciudad fronteriza con Perú; que con la llegada de sus padres, ella ya no se sintió tan desamparada.

El Profe le habí­a dicho que habí­a sido tratado relativamente bien en los interrogatorios, el único problema habí­a sido cuando le preguntaban el número de su carnet de identidad, ya que no se recordaba; que se le habí­a abierto un juicio militar por espionaje, ya que estaban convencidos que era de nacionalidad cubana haciéndose pasar por salvadoreño, que posiblemente lo condenarí­an a unos quince o veinte años de cárcel y que luego lo expulsarí­an de Chile; que lo mejor era que realizaran una separación matrimonia(en Chile los procesos de divorcio duraban muchos años en esa época)l y que se regresara a Santiago a vivir con sus padres.

La esposa del Profe se habí­a puesto a llorar, lo que hizo que también lo hiciera el Profe; querí­an estrechar sus manos y besarse, pero era imposible por la malla metálica que los separaba.