No basta rezar

"Surinam se va con su empate sabiendo, como los Guaraguaos, que no, no bastaba con rezar…": Nelson López Rojas.

Por Nelson López Rojas.

“…hacen falta muchas cosas para conseguir la paz” —decían los Guaraguaos. ¡Cuánta sabiduría en sus canciones! No basta rezar, pero bien que le suplicamos al de arriba que nos mande un gol.

 Rezamos, y aun así el empate 1-1 con Surinam nos duele. Sí, SURINAM. Y no, no es una broma ni me lo estoy inventando, es un país real, con gente real, y clara-mente, dijo la Shakira, con una selección que también juega fútbol. Su capital, igual que la nuestra, alberga a casi la mitad de la población del país.

 Y sí, empatamos. Y nos frustra porque claro, nosotros los salvadoreños íbamos por nada menos que una goleada tipo Brasil del recuerdo. Solo que nosotros ni un Neymar tenemos… ni samba, ni siquiera un Maracanã.

 Y aun así, la esperanza nos traiciona. ¿Por qué? Porque seguimos idealizando y pensando que vestirse de azul y blanco automáticamente convierte a nuestros jugadores en cracks internacionales. ¿Ya te preguntaste cuántos jugadores salvadoreños están en equipos extranjeros? Exacto, ese es mi punto. Ahora investigá cuántos jugadores surinameses están en equipos europeos…

Que con fe se gana, puesí. ¡Hasta el presi salió diciendo que “él quiere creer”! Qué lindo, me da ternurita, pero, con todo respeto a mis amigos sacerdotes, eso funciona en la iglesia, no en el fútbol. Porque ni modo que el árbitro, al vernos rezando fuerte, nos regale tres goles por compasión o que Dios, al encender una velita, se apiade de nosotros y deje de lado salvar a los niños palestinos para que gane la selecta.

La fe sin obras es muerta, dice la palabra. Y en este país no tenemos ni fe en nosotros, ni obras reales. Rezamos antes del examen, pero ni tocamos el cuaderno para repasar y a veces el fanatismo nos ciega como cuando tu mamá te obliga a ir a la iglesia y te dice que Dios se encargará de que salgás bien en el examen. No, doña, no funciona así.

Rezamos por un futuro mejor, pero no queremos dejar TikTok. Queremos un país próspero, pero seguimos esperando que nos lo construyan desde afuera, que vengan los canadienses a limpiar nuestras playas que nosotros mismos ensuciamos. Queremos que nos lo diga un influencer extranjero: “Wow, El Salvador es increíble”. Entonces sí, nos sentimos algo. Si no, seguimos con esa sensación de que valemos menos que un billete de tres dólares.

¿Y cómo nos reafirmamos como nación? Con narrativas recicladas y hashtags patrioteros: #LasPlayasMásBonitas, #ElPaísMásSeguro, #LaSonrisaEterna… Hay que creer y trabajar en lo que creemos. No basta creer, no basta rezar, no basta manifestar.

Culpamos siempre a esta generación cuando hemos sido nosotros los que los han instruido. Ahí están los pobres ensayando batucada para el 15 de septiembre. ¿Batucada? ¿Es eso nuestro? No. Pero qué importa. Queremos sonar como Brasil, movernos como Brasil, parecernos a algo que no somos, porque lo nuestro no nos llena. Y después nos preguntamos por qué los jóvenes andan frustrados. ¿Cómo no van a estarlo si viven en un país donde hasta los referentes culturales están importados?

Nos preguntábamos ayer con mis compañeros de almuerzo si el artista urbano que admiran los chicos no puede ni conjugar un verbo correctamente,¿cómo van a pronunciar “constitucionalidad” (o saber qué significa)? Todo lo que consumimos es un reflejo de lo que no somos, pero aspiramos a ser, vivimos en una disonancia nacional, en un país disfrazado de otro país, aplaudiendo goles ajenos y llorando la derrota de España, y celebrando bandas escolares que suenan a Río de Janeiro en lugar de las cumbias de San Vicente.

Queremos lo que no tenemos. Deseamos lo que otros viven. Nos molesta no ser como ellos, pero tampoco estamos dispuestos a ser realmente nosotros y de ribete nos enojamos cuando alguien dice que empatamos con Surinam. ¡Par favar! Ese empate nos duele porque no es solo deportivo, es existencial. Es un espejo de lo que somos, esa nación que vive esperando validación externa, soñando con identidades ajenas y creyendo, rezando siempre, sin trabajar… porque, claro, es más fácil encender una vela que abrir un libro.

Como dijeron los Guaraguaos hace 50 años: no basta rezar. Hay que seguir creyendo, sí, pero hay que trabajar por la justicia, por el deporte, por nuestros ideales, por nuestras aspiraciones académicas.

Y mientras tanto, Surinam se va con su empate sabiendo, como los Guaraguaos, que no, no bastaba con rezar… y nosotros, nosotros nos quedamos con la esperanza intacta.