Muertos, pero ahora vivos

Lo que es de conocimiento elemental para el cristiano legí­timo, para los no legí­timos no es elemental sino que lo ignoran

Varias  veces he mencionado Génesis cap. 3, en donde se expresa en figuras, como fue que empezó el llamado "pecado original" en el humano, y que como consecuencia trajo al mundo donde vivimos, la maldad, el sufrimiento y la muerte.

Pero Dios en Juan cap. 17, para  alivio de todos los que hemos sido llamados y respondido positivamente para gozar de su reino y su presencia, nos muestra a Jesús rogándole a Dios Padre por todos los cristianos legí­timos llamados a tener vida eterna. Jesús es pues, nuestro intercesor, hablando por supuesto entre cristianos legí­timos. Eso no quiere decir que otras gentes, no cristianos legí­timos, no crean en otros (falsos) intercesores como Marí­a, los santos católicos, etc.

Lo que es de conocimiento elemental para el cristiano legí­timo, para los no legí­timos  no es elemental sino que lo ignoran, una simple prueba de esto ocurrió cuando en su visita a las Filipinas hace varios meses, al máximo jerarca  de la religión romana no obstante que se hace llamar "representante de Dios en la tierra", le preguntaron, ¿qué de donde se originaba tanto sufrimiento en el mundo?, su respuesta fue "no lo sé", "no tengo la respuesta". Quiero señalar, que el humano natural, común y corriente no puede comprender estas verdades de la palabra, ni ser cristiano legí­timo  por sí­ mismo, si no es Dios quien se las revela a través de su Espí­ritu.

Para que usted se dé cuenta de que Dios es quien, en su soberaní­a, revela las cosas a la persona, lea por favor Juan 11:17-44, Jesús dijo "Lázaro, ven afuera". Usted quizá ha asistido a  más de algún funeral y se habrá dado cuenta por usted mismo que los muertos ya no pueden reaccionar a nada por sí­ mismos, están absolutamente inhabilitados para hacer absolutamente nada.

Pero  en este caso, Lázaro quien habí­a estado muerto, salió al llamado de Jesús. Jesús le dio la habilidad para salir afuera vivo. En el versí­culo  11:25, Jesús se lo habí­a anticipado a Marí­a "Yo soy la resurrección y la vida".

Lo mismo sucede cuando una persona natural común y corriente quien está muerto en sus pecados en su incredulidad e inhabilitado para poder arrepentirse, al llamarlo a través del evangelio  de Jesús, se le invita a algo que no puede hacer por sí­ mismo, a menos que el Espí­ritu de Dios lo haga reaccionar y obtener salvación a través de la gracia de Jesús.

En Efesios 2:1-9, Dios nos dice que no obstante, que estábamos –muertos– en nuestros delitos y pecados, Dios nos dio –vida– juntamente con Jesucristo, quien nos resucitó, que por gracia somos salvos por medio de la fe, la cual no es nuestra sino que es un don de Dios –no por obras– para que nadie se glorí­e, de ser bueno, caritativo con los pobres, religiosos, ni de ser canonizado santo en falsas ceremonias papales, etc. Al respecto de santos, Dios en su palabra nos dice claramente que los cristianos legí­timos somos santificados por la sangre de Jesús, es decir somos declarados santos por Dios, y no por que hayamos sido “canonizados santos” por ningún papa.

Eso no quiere decir que alguien  no pueda hacer obras de caridad, ayudar y sacrificarse por los pobres, no, lo que está diciendo es de que nadie lo puede hacer para la gloria de Dios, pero la religión romana canoniza hombres y mujeres para que tengan su propia gloria y les hacen monumentos en su honor para que sean  venerados en sus templos. Pero Dios en su palabra dice, que eso, que a la religión y sus miembros les parece bueno, es obra muerta para Dios, porque solo Dios es digno de gloria, veneración y adoración, y que Dios no comparte su gloria con nadie.

Simón de sobrenombre Pedro lo muestra con un ejemplo en Hechos 3:12-16, que en el nombre de Jesús y por la fe que ellos tení­an en Jesús sanaron a un cojo, pero el mismo Simón Pedro les advierte, que no fueran a creer que por la piedad de ellos, Simón Pedro y Juan, habí­a ocurrido el milagro.

En  conclusión, tanto a Lázaro como a todo aquel que es llamado a ser cristiano legí­timo, quienes no obstante estar muertos, es Jesús en su soberaní­a, quien nos trae a la vida.