Muerte por austeridad

La austeridad fiscal mata. Esta es la principal conclusión de una investigación de 10 años realizada por los profesores David Stuckler (economista, Universidad de Oxford)  y Sanjay Basu (epidemiólogo, Universidad de Stanford)  titulada  “¿Por qué la austeridad mata?. El costo humano de los recortes” (Editorial Taurus, 2013).

A partir de la utilización del método cientí­fico clí­nico y del  análisis estadí­stico de los resultados de la aplicación de polí­ticas de recortes en el gasto público  durante casi un siglo,   los profesores Stuckler y Basu concluyen que  sí­  las polí­ticas económicas de austeridad fiscal se consideran un medicamento,   éstas  tendrí­an  que haberse prohibido desde hace mucho tiempo, debido a la acumulación de masivas e irrefutables evidencias de sus mortí­feros efectos secundarios.

En todos los paí­ses analizados (Rusia, Grecia, España, Gran Bretaña, Portugal y otros)  siempre que los gobiernos aplicaron  medidas de austeridad ante una crisis,  sus efectos fueron  devastadores para la salud pública, causando decenas de miles de muertes y no ayudaron  en absoluto a la recuperación económica ni a la disminución de las brechas fiscales y/o los í­ndices de endeudamiento público… más bien la evidencia sugiere el efecto contrario.

Estos hallazgos  son consistentes con las conclusiones  del ensayo “El neoliberalismo: ¿un espejismo?” elaborado por Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Fircerio  (economistas del FMI)  que sostiene que algunas polí­ticas neoliberales, como la apertura comercial y la consolidación fiscal  (imposición de topes al déficit fiscal y al endeudamiento público) en lugar de promover el crecimiento,  han aumentado la desigualdad, a la vez que han puesto en peligro la expansión duradera de las economí­as.

En consecuencia, estos economistas recomiendan a quienes  toman decisiones de polí­tica pública,  “no dejarse llevar la fe sino por la evidencia de lo que ha funcionado”(Revista Finanzas y Desarrollo, FMI, junio 2016, página 41).

Pese a todo lo anterior, el FMI  y las élites económicas nativas continúan insistiendo en aplicar la receta de la austeridad fiscal para solucionar la crisis de las finanzas públicas de nuestro paí­s.  Incluso, FUSADES,  con todo el cinismo que caracteriza al más inmoral de los gansterismos económicos se atreve a sugerir  que el recorte en el gasto público en los próximos tres años deberí­a ser de $420 millones anuales, y no de $300 como lo recomienda el FMI, ya que existe “margen suficiente”  para disminuir salarios, gasto corriente y focalizar subsidios.

La  salud de una economí­a se mide a partir de la salud de sus miembros más necesitados de cuidados y de protección social: los niños y las niñas, las personas adultas mayores, las personas enfermas, las personas con discapacidad y las mujeres embarazadas. No se puede aprobar una polí­tica  de recortes de gastos y de contención  al endeudamiento público  que comprometa la salud y los cuidados a estas personas.  Quizá llegó el momento  de dejar de escuchar a los tanques de pensamiento económico y a los analistas de ocasión, y  de ceder la palabra  al Colegio Médico y a las escuelas de medicina de nuestras universidades.