Moral, castigo penal y su reducción

"La moral sólo es una estrategia de supervivencia en grupo, típico del animal humano": Mario Mejía.

Por Mario David Mejía.

La moral son sistemas de normas de obligatorio cumplimiento (las leyes, normas no escritas de cómo relacionarnos con los demás etc.). La moral no es la expresión de algún bien objetivo o absoluto, ni de alguna justicia objetiva o absoluta, la moral sólo es una estrategia de supervivencia en grupo, típico del animal humano, y para eso la selección natural nos dotó de emociones como la indignación y el deseo de venganza o retribución. Cabe mencionar que, dado que la moral sólo es una estrategia de supervivencia en grupo expresado en un sistema o sistemas de normas de obligatorio cumplimiento, no sólo la tienen grupos humanos o sociedades que consideramos legítimas, también lo tienen grupos o sociedades que consideraríamos ilegítimas o inmorales, lo que sucede es que poseen una moral distinta o contrarias a la moral que consideramos legítima. El bien y lo justo son sólo ficciones que enmascaran el interés de supervivencia de un grupo o individuo y se expresa en las normas morales inventadas.

El castigo es la aplicación de dolor en una persona que posee una conducta que no se adapta a las normas morales de la sociedad en la que le tocó vivir. El castigo siempre ha tenido dos fines, un fin utilitario, que consiste en disuadir a potenciales infractores de las normas, y un fin retributivo, devolver el daño al infractor y así dar satisfacción a la víctima del infractor y a la sociedad que se siente dañada. A lo largo de la historia, desde los albores de la humanidad, en las diferentes sociedades que han existido, se han aplicado castigos terribles a quienes han violado las normas morales. En la antigua Persia se crucificaba a los malhechores, quienes se oponían a la autoridad del rey podían ser empalados o sufrir otro tipo de torturas creativas. En la antigua República Romana se crucificó a Espartaco y a otros esclavos que se habían sublevado. En el código de Hammurabi se penaba con la muerte al constructor de una casa que se derrumbaba y mataba al dueño. Sócrates fue condenado a beber la cicuta porque se creía que sus enseñanzas violaban las normas morales de Atenas, Juana de Arco fue quemada por los ingleses acusada de brujería y herejía, Tomás Moro fue decapitado por no aceptar la autoridad de Enrique VIII sobre la iglesia de Inglaterra, muchos “vampiros” y “ hombres lobo” que ahora consideramos asesinos en serie, eran torturados y ejecutados, Robert Francois Damiens fue torturado y ejecutado salvajemente por intentar asesinar al rey Luis XV de Francia, muchos alemanes antinazis fueron ejecutados en la guillotina por orden del juez nazi Roland Freisler, asesinos en serie de la modernidad como Ted Bundy ejecutado en la silla eléctrica, John Wayne Gacy ejecutado con inyección letal, Peter Kurten condenado a la guillotina, etc. etc.

Estos son algunos ejemplos, que sea lo que hayan hecho los infractores, comprueban que los castigos eran y son terribles, fue la modernidad con las ideas racionalistas y derechos naturales de las personas cuando inicia el proceso de reducción de la crueldad del castigo penal.

Actualmente, el castigo penal principal es la cárcel, y este debe aplicarse después de que el acusado haya sido escuchado y vencido en juicio. Claro que, esto no siempre ha sido respetado, pero lo que tiene que quedar claro es que esta es la tendencia actual sobre la concepción y aplicación del castigo penal.

Pero el castigo penal en sí mismo, aunque haya reducido su crueldad, aún con los avances en derechos humanos actuales, sigue siendo cruel, porque se basa en la idea de que la persona que cometió el delito merece el castigo, la crueldad actual del castigo penal se ve en las largas penas de prisión, el control invasivo sobre el reo, la vulnerabilidad a varias formas de abuso físico y psicológico, y el encierro en sí mismo que es contrario a la manera en que evolucionó el ser humano.

Así como en el pasado se aplicaron castigos terribles por ideas de justicia o concepciones de orden moral que ahora consideramos equivocadas, la crueldad del castigo penal actual se mantiene por la creencia de que quienes cometen delitos tienen libre albedrío, por lo tanto, son moralmente responsables y merecen ser castigados. Esto satisface el instinto primitivo de retribución de las víctimas y de la sociedad. Pero así como desde los inicios de la modernidad, se fue domesticando de algún modo el deseo primitivo de castigar mediante ideas ilustradas o racionalistas, es ahora que demos otro salto humanitario, y reconociendo los avances científicos actuales sobre la conducta humana, reconozcamos que nadie tiene libre albedrío, que nadie es moralmente responsable de lo que es ni de lo que hace, esto nos ayudará a preferir la búsqueda de transformaciones económicas y sociales profundas que reduzcan la necesidad de castigar. Bruce Waller plantea que concebir el castigo penal como una injusticia necesaria, incentiva aún más a buscar alternativas no punitivas para tratar el delito y reducir la crueldad del castigo penal.

Dado que el deseo y placer de castigar tiene hondas raíces en nuestra naturaleza humana heredada de la evolución, no se ve aún en el horizonte la abolición total del castigo, pero sí reducir aún más la necesidad de su aplicación y reducir aún más su brutalidad.