Maternidad, pobreza y COVID-19

Han pasado muchos años de lucha para que las mujeres podamos planificar nuestra familia. No ha sido fácil, ni tampoco una decisión tan democrática como se esperaría. Pocas somos las mujeres que quizá planifiquemos y posterguemos esa decisión que es tan importante y que nos cambiará la vida.

El poder decidir la maternidad viene aunado a nuestra educación sexual y reproductiva, al acceso a anticonceptivos de calidad, seguros y efectivos y, nuestra capacidad de dialogar con nuestra pareja. Estos son unos privilegios de pocas. La mayoría de las mujeres no lo tienen: ni el acceso, ni la capacidad emocional para negociar con la persona con la que compartimos nuestra vida, justamente por los patrones de comportamiento machistas y violentos.

Esta es una de las múltiples razones por las que muchos de los embarazos son inesperados, y en el fondo, aunque no lo queramos decir, no deseados. Pero hay una gran porción de población femenina que este embarazo le precede un abuso, una violación que puede devenir de personas cercanas y en edades de hasta los 10 años.

¿Qué significa esto en un país que posee uno de los marcos jurídicos más arcaicos en América Latina en cuanto al aborto? Lo único que puede salvar nuestro proyecto de vida, e incluso de la cárcel (recordemos que desde 1998 al 2019 han sido judicializadas 181 mujeres, tres de ellas, niñas entre 10 a 14 años por un aborto) y darnos autonomía son los anticonceptivos, por supuesto a las que tenemos los recursos económicos y el conocimiento para usarlos y una pareja comprensiva.  

Pero ¿qué pasa en el confinamiento? Se estima que en América Latina provocaría 7 millones de embarazos no planificados en los próximos meses según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), ya que prevé que las alteraciones en la cadena mundial de suministros podría provocar escasez de anticonceptivos afectando a 47 millones de mujeres en 114 países de ingresos medios, a esto se le suma la ausencia de servicios públicos de salud reproductiva, por estar volcados en el COVID.

A esto sumémosle un elemento más a nuestro caldo. El aumento en la violencia doméstica, con especial énfasis en las mujeres. Aun no hay datos oficiales de las denuncias por violación, pero en el 2018 según el Informe Anual sobre el Estado y situación de la violencia contra las mujeres del ISDEMU, el Ministerio de Salud atendió 3, 771 mujeres víctimas de violencia sexual y la Unidad de Atención Especializada de la Procuraduría General de la República atendió 2, 136 casos de violencia intrafamiliar el 76.69%, y ya sabemos que la gran mayoría de mujeres no denuncian.

Según el UNFPA si el confinamiento se extiende por tres meses, se espera 31 millones de casos más de violencia por razones de género. Mientras la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Haití y Venezuela presentarán un incremento del hambre y la pobreza a raíz de la pandemia. Recordemos que el sector informal de nuestro país es mayoritariamente femenino.

¿Qué pasa si eres una niña o una adolecente? Teniendo en cuenta que, en El Salvador, según datos del Ministerio de Salud entre el 2015 al 2017 se registraron 65,678 embarazos de niñas y adolescentes entre 10 a 19 años. Con una tasa de fecundidad por año de entre 55 adolescentes entre 15 a 19 años en San Salvador. Solo en el Hospital de Maternidad se atendió 79 partos de niñas de 10 a 14 años en el 2018, las cuales son víctimas de violencia sexual porque son NIÑAS, que dentro de nuestro Código Penal se establecen en el rango de menor e incapaz.

No son solo números, son 65,678 proyectos de vida truncados. Pero a esta mezcla le podemos sumar una más: los feminicidios, que en la cuarentena ha dejado a víctima y a victimario bajo el mismo techo. Según ORMUSA entre el 17 de marzo hasta el 29 de abril 13 mujeres han sido asesinadas por sus parejas, más víctimas que el coronavirus.

Sin duda, este es un llamado al gobierno central, organizaciones de la sociedad civil y al Estado en su totalidad para resguardar a las mujeres, niñas y adolescentes de la violencia y más vulneraciones a las que nos deja en indefensión en la cuarentena, como algo que podía ser trivial: el acceso a los anticonceptivos para construir nuestro plan de vida. Acciones concretas para la prevención de la violencia dentro del hogar y así prevenir embarazos y muertes de mujeres.