La UES frente a los desafíos de su transformación

"La UES adolece de un modelo de gestión excesivamente burocrático, ineficiente, corrupto y completamente divorciado de las demandas sociales emergentes": Mauricio Aguilar.

Por Mauricio Aguilar.

La Universidad de El Salvador fue la primera institución de educación superior del país. Su fundación está ligada a la necesidad que el joven Estado tenía de formar a sus burócratas bajo un control estricto de los valores, los temas y las disciplinas indispensables para el ejercicio del poder y la administración de la cosa pública. Antes de ello, los escasos profesionales, indefectiblemente pertenecientes a las élites, se formaban en su mayoría en las universidades de San Carlos (Guatemala) y León (Nicaragua).

Desde su misma fundación, la UES adoleció de problemas que se volvieron crónicos: un exiguo presupuesto que apenas alcanzaba para cubrir algunos gastos de administración; dependencia de los vaivenes político-partidarios, y un modelo burocrático de gestión que ha derivado en los tiempos actuales en un sistema clientelar. Si bien hoy las autoridades no son impuestas por los gobiernos de turno, son producto de arreglos de pequeños grupos de poder real que promueven precandidatos, crean dentro de la UES condiciones político-jurídicas a conveniencia y construyen lo que llamamos “planchas” para nombrar funcionarios que, previamente, han asumido algún tipo de compromiso con dichos grupos.

Hoy por hoy, con el tipo de Ley Orgánica que en 1999 el FMLN negoció con ARENA, sin ninguna oposición relevante de la comunidad universitaria, es virtualmente imposible elegir autoridades libres de compromisos políticos y laborales con estos grupos de poder que dentro de la UES están claramente identificados, los cuales, desde la concepción misma de la mencionada Ley, fueron concebidos como formas de control externo de la UES. Otro aspecto bien pensado para maniatar a la UES fue el sistema de elección de representantes que se deriva del artículo 13 de la Ley Orgánica: dos sectores con legítimo derecho a participar en la toma de decisiones y un sector que sirve como mecanismo de control. Este último está constituido por asociaciones de profesionales con personería jurídica quienes tienen representación en la Asamblea General Universitaria y en las Juntas Directivas de todas las Facultades.

Tal configuración da lugar a procesos de elección de autoridades en las cuales casi nunca se respeta la voluntad de la mayoría de las estudiantes y docentes porque el verdadero órgano elector es la Asamblea General Universitaria que, en la práctica, en cada proceso electoral, se convierte en sitio de negociaciones y acuerdos a conveniencia. Efectivamente, con 72 asambleístas propietarios, 24 por cada uno de los tres sectores (estudiantes, docentes y profesionales no docentes) esta instancia se vuelve casi siempre ejecutora de unas cuantas voluntades especializadas en manipular las instancias universitarias.

Como llevamos dicho, en este punto el Sector Profesional no Docente es pieza clave porque su participación se limita casi exclusivamente a garantizar correlaciones favorables que permitan nombrar funcionarios de acuerdo con la agenda de los poderes fácticos. Este sector es, más que nada, un mecanismo que, en su momento, el FMLN ideó para mantener el control de la UES e incidir en la toma de decisiones al interior de la UES. Por ello, se inventó la idea de que todos los profesionales graduados de la UES que forman parte de alguna asociación legalmente constituida tienen derecho a participar en los procesos electorales internos. Los expertos en el loby universitario pasan buena parte de su tiempo organizando asociaciones de profesionales de distintas carreras, única y exclusivamente para, llegado el momento, utilizarlas. Con este sector se garantiza la correlación en las Juntas Directivas para hacer efectivos los compromisos asumidos por las autoridades (nombramientos, ascensos, contratación de asambleístas como trabajadores de la UES, y todo tipo de favores que generen algún beneficio).

Por lo demás, la UES adolece de un modelo de gestión excesivamente burocrático, ineficiente, corrupto y completamente divorciado de las demandas sociales emergentes; situación que representa una pérdida no solo de recursos económicos para el Estado sino también la imposibilidad de que la institución pueda dar un salto de calidad académica y científica, al tiempo que incrementa su capacidad de cobertura que en estos momentos no pasa del 30% de la matrícula total en el nivel superior. La implicación práctica de este problema consiste en que un porcentaje considerable de bachilleres que provienen de familias pobres queda fuera del subsistema de educación superior y quienes entran reciben una formación que no responde ni en calidad ni en pertenecía, a las exigencias que los nuevos tiempos plantean. Asimismo, tenemos un modelo de docencia bancario, repetitivo y adecuado a una cultura académica, cuando menos mediocre que percibe como única obligación la de dar clases, pese a que todos tenemos obligación de investigar y hacer vinculación social para que nuestra trabajo tenga sentido.

Por otra parte, si a nivel de pregrado la enseñanza es deficiente y está transitando por un proceso caótico de virtualización, en la formación postgraduada la cosa es peor: la UES ha adoptado el modelo de las universidades privadas vendiendo una formación, en muchas ocasiones sin la mínima calidad, a unos precios exorbitantes. Por ejemplo, en el caso de la Faculta Multidisciplinaria de Occidente, tomando como justificación la pandemia de hace cuatro años todas las carreras de maestría, cuyos planes son presenciales, se han vuelto carreras en línea impartidas en muchas ocasiones con docentes sin la experticia para el desempeño eficiente en dicha modalidad. Como resultado tenemos una formación que deja mucho que desear. Si alguien quiere corroborar esta situación basta con que vaya a la biblioteca y lea unas cuantas tesis presentadas como requisito de graduación.

Lejos de fortalecer el sistema de posgrados como debería hacer nuestra UES, se observa pues, un evidente retroceso. Existe una creciente demanda de formación posgraduada con programas actualizados, acordes a las necesidades de desarrollo del país y la urgencia de mejora de la docencia superior. Pero los pocos esfuerzos en este sentido no se consolidan, entre otras razones, debido a la visión rentabilista de algunos decanos. En este punto es necesario admitir que con el liderazgo de la Dra. María Isabel Rodríguez se dio cierto impulso a la investigación y se crearon algunos programas de maestría de cierta calidad. Luego, en los dos períodos de gestión del Maestro Roger Alvarado se dio un apoyo decidido al programa de fortalecimiento de la planta docente de la UES, creándose por lo menos diez programas doctorales, algunos de los cuales eran gratuitos para los trabajadores de la UES. Ello hizo posible la formación de cuarto nivel de personas que no habían tenido oportunidades de realizar estudios especializados en áreas como la educación, los Derechos Humanos, la Economía o las Ciencias de la Salud, por mencionar algunas.

Lamentablemente, más temprano que tarde, ciertos decanos miopes empezaron a obstaculizar el desarrollo de varios de esos programas y en algunos casos (por lo menos uno que nos consta), se aprovecharon de la supuesta crisis financiera que vive la UES para cerrarlos o entregarlos en manos de coordinadores que lo único que saben es acosar sexualmente a sus subordinadas y crear todo tipo de beneficios para sus aduladores. De esta manera se están enterrando programas que aún tenían mucho que aportar al desarrollo del país.

De similar forma, los programas de maestría en algunas facultades se han vuelto única y exclusivamente fuentes de financiamiento de las facultades. Por lo demás muestran, como ya se dijo, calidad cuestionable, falta de pertinencia sociocultural y unas modalidades de administración aberrantes. Ello muestra que la UES se ha convertido en una maquila de títulos y que sus administradores, antes de apostarle a la calidad académica, revisan sus chequeras.

A partir de esta planteamientos consideramos necesario y urgente: por una parte, impulsar reformas a la Ley Orgánica de la UES a fin de lograr un nuevo modelo de gestión que garantice su transformación a corto, mediano y largo plazo, de modo que esta institución se vuelva líder del país en materia de educación superior, y por medio de unos servicios educativos y administrativos eficientes, transparentes y libres de toda agenda grupal o partidaria. Segundo, establecer un nuevo mecanismo de elección de autoridades garantizando que la UES sea dirigida por los mejores académicos y no por políticos de carrera que se han pasado toda la vida lucrándose de la función pública aunque su capacidad de gestión se caracterice por ser mediocre. Tercero, crear un sistema de universidades públicas que permita la efectiva descentralización y regionalización de la educación superior pública, dinamizando la oferta académica e incidiendo de manera más efectiva en el desarrollo del país. Cuarto, fortalecer el presupuesto de la educación superior pública, garantizando su uso racional, transparente y eficiente. Ello impactaría positivamente la calidad de la educación superior.

Sólo cuando la UES se libere de los pequeños grupos de interés que deciden en beneficio propio, le habremos devuelto al pueblo su derecho a una educación superior de calidad.