En su famoso discurso en la Universidad de Guadalajara en 1972, Salvador Allende comentó con los estudiantes que en América Latina había "jóvenes viejos y viejos jóvenes".
En su famoso discurso en la Universidad de Guadalajara en 1972, Salvador Allende comentó con los estudiantes que en América Latina había “jóvenes viejos y viejos jóvenes”. El presidente chileno se refería a que la edad no está directamente asociada al compromiso con la renovación del pensamiento político para la transformación de la realidad.
En ese sentido, la condición etaria no sería suficiente para confiar que las posibilidades de un futuro mejor se encuentran en la generación de jóvenes de un período determinado. Sino más bien en la juventud de espíritu transformador, en la que pueden converger diversas generaciones, dentro de las cuales, las más jóvenes en edad tiene mayores posibilidades temporales, y por lo tanto también mayores responsabilidades de llevarlas adelante.
Son estos jóvenes en compromiso y militancia por el cambio social los que, a través de la movilización ciudadana, han ido marcando el rumbo del proceso de politización que la sociedad chilena ha venido experimentando en los últimos años. A través de una diversidad de reivindicaciones que tienen como factor común la impugnación implícita o explícita de la desigualdad, segregación y exclusión propias del modelo neoliberal, justamente en el país que fue el epicentro latinoamericano de su implementación.
Asimismo, en las calles se construye una nueva identidad política, que choca contra las dificultades de las instituciones políticas para canalizar las demandas que surgen a lo largo de todo el país, así como también la incapacidad de la clase política tradicional de representar, procesar y viabilizar los reclamos ciudadanos. En ese contexto, desde la movilización social han venido naciendo nuevas iniciativas que buscan disputar el poder de las élites políticas tradicionales para favorecer el tránsito hacia una nueva democracia en Chile.
En clave europea, analistas sostienen que existen dos vías potenciales para la transformación política del país. Por un lado, la “˜vía inglesa”™, que refiere al avance del progresismo representado por Jeremy Corbyn dentro un Partido Laboralista que busca reencontrarse con sus raíces originarias. Y por el otro, la “˜vía española”™, que está representado por el irrupción de Podemos como una alternativa al bipartidismo encaminado hacia el agotamiento.
En ese proceso, desde la movilización social se han venido produciendo y consolidando nuevas identidades colectivas y liderazgos desde las dirigencias estudiantiles, sectoriales, territoriales, así como también intelectuales orgánicos, quienes han jugado un importante papel dentro del proceso de politización de las reivindicaciones y se están desplazando hacia la arena política electoral, con el objetivo de abrir un espacio y encauzar las luchas que se vienen librando en los últimos años, a través de la construcción de proyectos políticos que se relacionan con los dos posibles caminos mencionados anteriormente.
Desde la perspectiva de la vía inglesa, la facción Izquierda Socialista del Partido Socialista, viene promoviendo la precandidatura del abogado constitucionalista Fernando Atria, con miras a una postulación por parte de la coalición gobernante de la Nueva Mayoría. Apostando por una renovación del partido de Salvador Allende, a través de una nueva actualización del socialismo chileno desde las nuevas condiciones, se apuesta por transformar desde adentro la institucionalidad de la izquierda tradicional chilena, que en los últimos años ha sido administradora del sistema en cuestión y ha caído en el pragmatismo político.
Por el lado de la “˜vía española”™, a partir de la reciente conformación del Frente Amplio, que consiste en una coalición de partidos nuevos y/o electoralmente minoritarios, se busca disputar un lugar en el espacio político para la constitución de una alternativa al binomio de los bloques políticos tradicionales. En lo que respecta a las futuras elecciones presidenciales, desde esta iniciativa se han venido levantado posibles precandidatos y precandidatas que, al igual que Atria, están vinculados con el ciclo de movilizaciones sociales recientes.
A pesar de ser vías distintas, estas opciones políticas comparten aspectos esenciales en su diagnóstico de la realidad chilena y en sus propuestas políticas. Entre estas destacan la necesidad de reivindicar la ética política y la vocación por el servicio público; la transformación del sistema político a través de la ciudadanización de la política, es decir, del acercamiento mutuo entre ciudadanía y política; la urgente ampliación y profundización de la democracia, a través de una nueva constitución y un fuerte énfasis en la garantía y fortalecimiento de los derechos sociales severamente afectados por la economía mercantilizada, entre otros. En gran medida se trata de dos opciones que por diferentes medios buscan fines parecidos.
Por otra parte, estas distintas vías son paralelas en cierto sentido, puesto que también se corresponden en el énfasis que ponen en el programa de gobierno por sobre las candidaturas individuales, la búsqueda de la horizontalidad participativa por sobre la verticalidad centralizada, la creatividad por sobre el oportunismo, el debate de ideas por sobre la confrontación vacía y la militancia por sobre el clientelismo.
Sin embargo, cada camino contiene sus desafíos particulares. La posible candidatura de Fernando Atria, desde una posición minoritaria, se enfrenta a las contradicciones dentro de su propio partido y al interior de la Nueva Mayoría, una coalición que hasta ahora alberga desde comunistas hasta democratacristianos. Así como también deberá lidiar con el complejo andamiaje político de un conglomerado vinculado estrechamente con el poder económico, los intereses particulares, el caudillismo y las dinámicas de cuotas de poder.
Por su parte, la potencial candidatura del Frente Amplio se plantea desde este momento como un esfuerzo de largo aliento, que no está exento de adversidades internas y que en el corto plazo apuntará a lograr una representación en el debate que se abre con el inicio de la campaña presidencial y espacios las próximas elecciones legislativas, buscando aprovechar las grietas políticas y las reformas institucionales al binominalismo tradicional, para avanzar en la reconfiguración del sistema de partidos con una posición favorable hacia sus postulados políticos.
Además de los retos particulares, ambos proyectos se enfrentan a un descrédito generalizado de la institucionalidad política por parte de la ciudadanía, manifestado directamente en los bajos niveles de participación electoral. Este representa el principal desafío a vencer, para poder traducir la movilización social en un nuevo programa político que sea capaz de viabilizar las reivindicaciones que defienden millones de chilenos, que desde hace algunos años vienen abriendo las grandes alamedas.
Si bien los dos proyectos se encuentran en una fase embrionaria y se proyectan hacia una construcción de largo plazo, el camino hacia las elecciones presidenciales ya está abierto y representa un momento importante para el futuro de ambas iniciativas. En nuestra América Latina, donde las políticas progresistas se encuentran en un momento complejo, y en un contexto nacional en el que cada día se vuelve más urgente la renovación de la política salvadoreña, seguir con atención la nueva batalla de Chile puede proveernos de algunas luces para la transformación de nuestro futuro.