Carlos divide sus quehaceres entre la poesía y la promoción cultural, que realiza desde la Secretaría de Arte y Cultura de la Universidad de El Salvador.
Por Luis Alvarenga.
Este es el quinto poemario de Carlos Godoy (Quezaltepeque, 1986).
Carlos divide sus quehaceres entre la poesía y la promoción cultural,
que realiza desde la Secretaría de Arte y Cultura de la Universidad
de El Salvador. Ya antes había dado a conocer los trabajos poéticos
La sombra que me habita, VerboAzul, Breves poemas al alba e Infecundo.
El poemario que prosigue después de estas líneas tiene como eje
La memoria de Roque Dalton. Expresa rabia por esa “muerte monstruosa”,
como la describió el gran Julio Cortázar al conocer una noticia
que provocó sorpresa y horror, emociones que no han disminuido
medio siglo después que Roque fuera asesinado y sepultado
en un lugar incierto, que pudo haber sido el volcán de Quezaltepeque,
donde nació Carlos, o una casa de seguridad en San Salvador.
“Caricaturas verbales” fue el título que le puso el crítico salvadoreño
Luis Gallegos Valdés al libro que recoge sus conversaciones con Toño Salazar.
Las caricaturas de Toño Salazar tienen la virtud de saber recoger,
con sus trazos, el rostro moral —la “prosopopeya”, de prosopon, rostro—
de sus caricaturizados.
La caricatura, esto es, el rasgo físico cargado excesivamente a propósito,
no es sólo para hacer reír, sino para calar hondo en las cualidades o defectos
de quienes pasaron por el ojo y la pluma de Salazar. En las conversaciones
con don Luis, el gran Toño también profundizaba, con la palabra, en estos retratos.
Digo esto, porque “pequeña oveja negra”, como se titula este libro, es una caricatura verbal de Roque. Podría ser incluso un poema de un solo verso, con el nombre del poeta salvadoreño por título.
Estas tres palabras lo caracterizan bien. Los poemas que integran el libro carecen de título, lo cual permite considerarlos como partes de una misma unidad poética que lleva por nombre Pequeña oveja negra.
La perspectiva temporal predominante de estos poemas oscila entre el presente, el pasado y el futuro.
El pasado se manifiesta así:
“Cuenta la leyenda aves de rapiña
[perros
fueron los últimos
en besar tu eterno pellejo irreverente”
El pasado es la re-creación poética del asesinato.
Hay, por ejemplo, re-creaciones poéticas que,
a falta de evidencias históricas factuales,
recrean momentos de la tragedia.
En este ejemplo, vemos una imagen
que puede parecer la descripción de una fotografía
captada momentos después de la ejecución
de Dalton y Armando Arteaga, Pancho:
“Junto a vos Armando Arteaga
es decir, Pancho
padre de Camilo Ernesto
Junto
a vos, el Tío Julio”.
El Tío Julio, que no es otro que Dalton, tal como
era conocido en la organización en la que militó
al final de su vida.
El presente:
“Tus palabras de tierra enrojecida son ternura
y fuego”
“Asesinado,
vuelve desde el umbral herido”
Desde esta perspectiva verbal, el poeta expresa
la indignación y la tristeza que, cincuenta años después,
el asesinato provoca colectivamente.
Y, finalmente, el futuro:
“Vendrá
el tiempo de las sílabas extrañas,
marcharán
las abejas hacia la alta noche”
En este ejemplo, los elementos del poema premonitorio “Alta hora de la noche”, sirven para que el autor describa el futuro que se abre después de la muerte martirial del poeta, muerte “crística”, como la caracterizaba Luis Melgar Brizuela.
Hay una presencia de las abejas de “Alta hora de la noche”, y también de las hormigas. Sobre estas últimas, hay una conexión, no tan explícita ni, probablemente, deliberada, por parte del autor, con las hormigas que Dalton
describe en los “Poemas de la última cárcel”, de Taberna y otros lugares, específicamente, el poema “Animalitos”.
“Abejas enardecidas, rojas hormigas,
huellas sin sentido la brújula (…)”
Un ejército consecuente de hormigas
[marcha
un batallón exclusivo y beligerante de abejas
[vuela
de la clandestinidad un centenar de rojas flores
[escribe
¿Adónde están los poetas muertos?
¿O no están muertos?
Hormigas y abejas tienen una cosa en común: son animales gregarios, comunitarios. En la literatura, por ejemplo, en las fábulas, ambas simbolizan
también el trabajo arduo y desinteresado en pro del bien de la comunidad.
A manera de anécdota, “Hormiga” era el apodo cariñoso que le puso Neruda
a Delia del Carril. Y sobre las abejas, Carlos Martínez Rivas comparaba al poeta Joaquín Pasos con el poeta griego Píndaro, en cuyos labios las abejas de
Tebas iban a libar miel. Esto lo decía citando al retórico latino Eliano, quien también dice que cuando Píndaro fue expulsado de la casa paterna, las abejas
iban a amamantarlo con el jarabe dorado que ellas producen.
El poeta Godoy nos muestra a estas dos tribus de insectos haciendo justicia poética por Roque. Desconcertadas, como lo indica el primer fragmento,
pasan a preguntar por los poetas muertos.
Cabe esperar que, del espectro de Dalton, brote la miel de las libaciones sagradas de abejas y hormigas, después de su marcha beligerante.
Finalmente, la memoria del poeta es un cuestionamiento, una interpelación para los tiempos presentes. El engranaje neoliberal parece haberle quitado a estos tiempos el heroísmo y la magia del pasado.
En el calendario bien podría tener una fecha
distinta para vos,
anunciando al pequeño hombre que nunca disparó
o jugó tiro al blanco,
escritor o desempleado vendedor de casas
sin tener una,
vendedor de pesadillas por sueños creyente
por reencontrar la estirpe,
el que evita las iglesias hasta a costa
del vehemente calor con piel de muchacha
aunque llueva torrencial y regalen café.
Pero una muerte crística como aquélla siempre abre las ventanas
de la esperanza, que depende de que no cerremos los ojos y olvidemos.
Las palabras de este libro son necesarias para que caigamos en la cuenta
de que ese poeta muerto sigue vivo más allá de la muerte.