Muchos de estos juguetitos se venden en Farmacias locales de El Salvador... expresando "no a la mojigatería" tradicional.
Foto: ContraPunto.
Por Margarita Mendoza Burgos
En los últimos años, el uso de juguetes sexuales ha experimentado un notable incremento, impulsado en gran parte por la liberación sexual femenina. Aunque esta tendencia parece reciente, lo cierto es que los juguetes sexuales existen desde hace siglos, y ya eran utilizados en épocas pasadas, principalmente por mujeres de clases sociales altas.
La sexualidad humana es un terreno fértil para la exploración. Históricamente ha estado rodeada de tabúes y misterios, lo que ha incrementado el interés por descubrirla, aunque muchas veces en secreto. Con la apertura actual en torno al discurso sexual, muchas mujeres han comenzado a expresar que no siempre han sentido plena satisfacción en sus relaciones íntimas.
En respuesta a esta insatisfacción, o en ausencia de una pareja, han recurrido a estos dispositivos. Asimismo, muchas parejas lésbicas encuentran en ellos una herramienta útil y placentera. Un estudio revela que el 44 % de las mujeres y el 27 % de los hombres emplean juguetes en la masturbación; y aproximadamente 1 de cada 7 encuentros sexuales con pareja involucra un juguete.
Este aumento en la demanda ha impulsado una evolución en el diseño y la sofisticación de los juguetes sexuales, junto con una creciente comercialización. Un ejemplo destacado es el Satisfyer, el succionador de clítoris más vendido del mundo, con más de 75 millones de unidades desde su creación. Más que una revolución, este dispositivo representa una evolución tecnológica de otros aparatos previos destinados al placer femenino.
Ahora bien, ¿puede un aparato reemplazar al hombre? Tal vez en términos puramente físicos o en la capacidad de alcanzar el orgasmo, sí. Sin embargo, la sexualidad humana es mucho más que placer genital: implica intimidad, conexión emocional y comunicación. Los juguetes sexuales pueden ser liberadores de energía y una vía válida para el autoconocimiento, pero su uso excesivo o indiscriminado podría llegar a desplazar el deseo por relaciones más complejas e interactivas, especialmente si existen vacíos afectivos o insatisfacción dentro de la pareja.
Este fenómeno también ha despertado cierta inquietud en algunos hombres, quienes pueden sentirse inseguros o intimidados. Es comprensible: una mujer más libre y empoderada puede decidir satisfacer su sexualidad por sí misma, evitando conflictos de pareja o la frustración que puede surgir de relaciones poco satisfactorias. También puede suceder que una mujer mantenga una relación amorosa con alguien que no le proporciona satisfacción sexual completa y complemente esa carencia con el uso de juguetes.
La clave está en el diálogo. Hablar abierta y honestamente sobre estos temas, ya sea en pareja o con un terapeuta sexual, es fundamental. No hay vergüenza en explorar estas inquietudes con un profesional, ya que el bienestar sexual forma parte integral de la salud emocional.
En cuanto a los hombres, la versión masculina del Satisfyer, de reciente lanzamiento, no ha tenido el mismo impacto. En parte, esto se debe a que los hombres suelen alcanzar el orgasmo con mayor facilidad. Además, el uso de juguetes sexuales por parte de los hombres sigue siendo un tabú fuerte. Muchos tienden a buscar el placer en relaciones físicas con otras personas, ya sea mediante parejas ocasionales, amistades con derechos o incluso prostitutas, priorizando muchas veces el contacto físico sobre el emocional.