martes, 16 abril 2024

Falta de deseo sexual: ¿trastorno o forma de ser?

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Algunas personas sufren la falta o disminución del deseo sexual. Buscan otros recursos para sostener la pareja y el sexo no es una prioridad. ¿Hay que preocuparse?

Desde hace un tiempo a esta parte viene adquiriendo visibilidad social el movimiento de asexuados o AVEN (Asexual Visibility and Education Network) con representación en diferentes paí­ses.

El concepto de asexualidad se refiere a la falta o a la disminución de atracción sexual, y la búsqueda de otros recursos para sostener la relación de pareja. Las personas asexuadas consideran que no sufren ningún trastorno (deseo sexual hipoactivo o fobias sexuales). Por el contrario, se sienten saludables y aceptan la disminución del deseo como una de las diferentes formas de identidad sexual.

La mayorí­a de los sujetos asexuados se sienten así­ desde que empiezan a tener relaciones. Otros han pasado por un periodo de deseo más alto y luego vuelven a niveles bajos.

Existen asexuados hétero, homo y bisexuales, en todos los casos se estimulan otras áreas para sostener a la pareja: romanticismo, comunicación, afinidades, gustos, trabajo, etc. Sin embargo, se aclara que se pueden autosatisfacer o tener encuentros sexuales, sólo que no son frecuentes ni son una prioridad en la vida personal o en la pareja.

Un motivo de sufrimiento

La asexualidad puede aparecer desde el principio: un sujeto joven (hombre o mujer) se siente diferente al resto por carecer de interés o atracción sexual. Muchos se aí­slan y no comparten actividades por temor a ser discriminados por no hablar de sexo, o por no compartir con sus pares experiencias de esa í­ndole. Otros mienten para ser aceptados.

Cuando se enamoran, dejan que el otro se dé cuenta de su bajo nivel de excitación o se exponen a relaciones sexuales para “probarse”. Es muy común que estos adultos jóvenes tengan la esperanza de que en algún momento el deseo se intensifique. Construyen un “ideal” inalcanzable, con el consiguiente sufrimiento o extrañeza de sí­ mismos por no ser como los demás.

En todos estos casos observamos cómo las pautas de “normatividad” influyen en la vida de los jóvenes e imponen su estatuto de normalidad. Esto es sentirse estimulados, seducir, conquistar y tener relaciones sexuales como consecuencia inevitable.

Descartando causas

Las personas asexuadas no quieren ser consideradas “enfermas” ni catalogadas con diagnósticos médicos (deseo sexual hipoactivo o trastorno por aversión al sexo). También rechazan interpretaciones psicológicas que explican su “problema” como el resultado de las defensas: la represión, sublimación o desplazamiento del deseo hacia otros objetivos.

Los asexuados definen la asexualidad como una de las tantas formas de identidad y son congruentes con su forma de sentir. Defienden las relaciones vinculares basadas en el romanticismo sin tener a lo erótico como objetivo prioritario.

No obstante, muchos problemas que aquejan al deseo son provocados por trastornos médicos (endócrinos, efectos adversos de fármacos, etc.), así­ como psicológicos (traumas sexuales, parejas conflictivas, violencia, poca estimulación, rutina, etc.). Es fundamental el descarte de estas y otras causas que pueden bajar el deseo.

Reconocerse como asexuados implica asumir esta condición como un aspecto de la identidad en general y aceptar que no es una forma rí­gida, sino que está sujeta a variaciones según el momento de vida y las relaciones amorosas. Pero el denominador común seguirá siendo un nivel bajo de atracción y la movilización de otros recursos amatorios.

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