Dictadura con fachada democrática

El Salvador se encuentra ante una encrucijada: dictadura o democracia; y todo apunta a que el Estado se aferra con uñas y dientes a la primera opción. El aparataje estatal impide que nuevos movimientos polí­ticos participen en las elecciones y el pueblo pueda elegir libremente, manipulan las instituciones y las leyes para que sólo los mismos de siempre participen en los procesos electorales.

Las dictaduras con fachada democrática promueven elecciones, pero siempre y cuando los únicos concursantes sean los mismos en el poder. Las elecciones son buenas cuando ellos y sólo ellos aparecen en la papeleta. Aceptan contrincantes de relleno, pero nunca un adversario fuerte que realmente atente con desbancarlos.

Estas dictaduras pueden ser impulsadas por uno o dos partidos, siempre y cuando ambos entiendan el juego de preservarse en el poder. Una vez gana uno, una vez gana el otro, pero ambos siempre terminan repartiéndose el poder y las instituciones del Estado. Es como un vals, el vals de los mismos de siempre, que sólo ellos se permiten bailar.

La dictadura de los mismos abusa del poder del Estado para frenar las aspiraciones de adversarios que atenten contra su sistema, orquestado el bloqueo desde varias instituciones para tratar de disimular su conspiración tras una fachada democrática y alegar que únicamente se trata de la labor de las instituciones y el peso de la legislación.

Para los mismos de siempre, la democracia es un buen modelo sí­ y sólo sí­ les sirve para preservarse en el poder, claro, turnándose entre ellos mismos; pero cuando este modelo atenta contra su exclusividad como actores polí­ticos, sólo les interesa resguardar la fachada democrática, mientras al interior rompen las reglas para asegurarse ser los únicos contrincantes.

Cuando se ven amenazados, a los mismos de siempre no les importa la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las Cartas Democráticas firmadas por El Salvador ni la Organización de Estados Americanos ni nada: las dictaduras son absolutas y no necesitan ninguna referencia más allá de la esfera de sus intereses.

Tampoco respetan la Constitución de la República, la Procuradurí­a de Derechos Humanos ni las leyes nacionales, después de todo, ellos creen que el Estado, sus instituciones y legislación los debe privilegiar a ellos, a los que están adentro, y no preocuparse por brindar seguridad jurí­dica para movimientos polí­ticos alejados de su espacio de influencia.

Mucho menos les interesa el pueblo, que los ha aguantado 30 años y que, por qué no, bien puede aguantarlos otras tres décadas más, y los demás están fuera del paí­s o están muy jovencitos para entender de polí­tica, como los mismos de siempre se han jactado.

Lo que los mismos de siempre no entienden es que no hay dictadura que supere la voluntad de un pueblo, más aún cuando el pueblo tiene la la conciencia de sus derechos y de su rol decisivo para el rumbo de su paí­s. Y ahora es este momento histórico.

Ahora es el momento para que el pueblo exija su principio de representación democrática y denuncie el fraude técnico que ARENA, de la mano con la Sala de lo Constitucional, y el FMLN, de la mano del Tribunal Supremo Electoral, quieren fraguar.

Fraude es fraude, y si bien es cierto que comúnmente se aplica para tergiversar los resultados de las elecciones, también se puede aplicar para manipular el proceso de inscripción de candidatos o partidos polí­ticos. Pero sigue siendo fraude. Y nadie puede negar que en El Salvador se ha cometido un fraude al cancelar a Cambio Democrático, como medida para bloquear la candidatura a la Presidencia de Nuevas Ideas. Y no bastándoles semejante atropello a nuestras leyes, ahora conducen una investigación express sobre la inscripción al partido GANA que fue realizada de forma absolutamente legal y respetando los plazos y normativas de dicho instituto polí­tico.

La hora para reclamar al Estado y, en especí­fico, al Tribunal Supremo Electoral la legalización de Nuevas Ideas como partido polí­tico, ha llegado. Es hora que todas y todos los salvadoreños unamos nuestras voces y gritemos no al fraude, no al boicot de las elecciones, no a la violación de la democracia y la justicia social.