Por Margarita Mendoza Burgos.
Es verdad que los estados de ánimos son, en cierto modo, contagiosos. Pero es curioso lo que puede suceder entre una madre embarazada y su hijo en el vientre. Según un estudio de la Universidad de Cambridge se ha demostrado cómo la interacción madre e hijo desde el embarazo es crucial para el desarrollo y el aprendizaje futuro de un niño.
Definitivamente hay una interacción muy fuerte entre madre e hijo desde el momento del embarazo y sus cerebros actúan sincronizados en esta etapa. De acuerdo al deseo y dedicación plena que le dedique el embarazo será mejor que cuando se trate de embarazos no deseados o traumáticos.
“Cuando estas expresan emociones más positivas, su cerebro se conecta mucho más intensamente con el cerebro de su bebé”, asegura el doctor Vicky Leong, del Departamento de Psicología de la Universidad de Cambridge, responsable de la investigación. En otras palabras, según la actitud de la madre ante el embarazo será la conexión positiva o menos agradable que tendrá con el hijo que espera.
El estudio de Cambridge, en el que participaron 1.862 madres y padres, midieron y analizaron pensamientos y sentimientos de los futuros padres sobre su bebé en la gestación y fueron capaces de determinar una relación modesta pero sólida sobre el desarrollo postnatal del hijo.
Los resultados, que fueron publicados en un artículo en Developmental Review, descubrieron que las madres lograron una mejor conexión con su bebé durante el embarazo que los padres y eso les permitió tener mejores relaciones con sus hijos después del nacimiento.
Esto contradice en cierto modo la creencia popular que sostenía que cualquier embarazo debía de ser un momento grato para las madres. Ya se vio que no necesariamente es así. El estado emocional de la madre es clave. A mayor aceptación y estado de ánimo, ésta tendrá mejor una preparación previa al parto, tanto mental como físicamente. También puede ocurrir que pese a ser un embarazo deseado, hay depresión física que puede ser agravada por la tensión y el compromiso que genera la maternidad.
Algo de eso ya se vislumbraba tras una investigación de la Universidad de Navarra sobre la comunicación materno-filial en el embarazo “Células madre y vínculo de apego en el cerebro de la mujer”, dice el informe. “La unión entre ambos se produce desde que la mujer está embarazada y es tanto a nivel emocional como a nivel celular. Cuando el embrión está implantado en el útero se comunica con los tejidos de la madre y comienzan los cambios hormonales en el cerebro y el resto del cuerpo de la mujer”, explica el informe.
En el caso de una madre depresiva, el niño -aquí aplica tanto dentro como fuera del útero- su hijo definitivamente tendrá menos estimulación de parte de su progenitora. Eso implica menos alegría, menos miradas directas, menos cánticos alegres y por consiguiente peor desarrollo de los bebés, una tristeza que tal vez no podrán ni describir o explicar al crecer.
“Las madres que experimentan un estado mental persistentemente bajo o negativo debido a una depresión clínica tiende a tener menos interacción con su bebé. Su habla es a menudo de tono más plano, ellas hacen mucho menos contacto visual y tienen menos probabilidades de responder cuando su bebé intenta llamar su atención, lo que, al final, les afecta”, concluye el doctor Leong.
Si la comunicación emocional entre padres e hijos siempre ha sido crucial durante los primeros años de la vida, ahora descubrimos que incluso esta relación comienza mucho antes: precisamente desde el momento de la gestación.