Como la vemos desde aquí

"Mirar hacia América Latina, y el resto del mundo, desde Uruguay, nos permite ver una realidad compleja": Carlos Castillos.

Por Carlos Castillos.

Mirar hacia América Latina, y el resto del mundo, desde Uruguay, nos permite ver una realidad, compleja, como es natural, pero también con algunas similitudes, en algunos temas. 

Aclaro que todos, sin excepción, no tenemos otra forma de acercarnos a la realidad global, si no es a través de los medios de difusión, impresos y digitales, con todo lo que ello implica.

Intereses diversos, tendencias, preferencias, afinidades son todas cuestiones que inciden en el ejercicio del periodismo. Y alcanza con poner especial atención para notar esta realidad.

Si accede a un diario argentino observará con claridad quienes están a favor y quienes en contra del actual gobierno. O quienes defienden a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y quienes la condenan, además de la Justicia local.

En Paraguay se observa algo similar. Quienes apoyan al gobierno y quienes lo atacan permanentemente, con el argumento que más se adapte a la circunstancia.

Uruguay no es la excepción y, aunque muchos admiran y elogian su sistema democrático y la convivencia pacífica entre las diversas tendencias ideológicas, dése una vuelta por los medios locales y notará también las diferencias.

En resumen: En la región Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) también las cosas se ven oscuras o claras, según quien las mire. Cómo debe ocurrir seguramente en el resto de los países de América Latina.

Pero hay algo que caracteriza a todos estos países. Y creo que también a muchos de otras regiones del planeta. Y es que la gente y sus problemas cotidianos, no aparecen en la agenda de los países. Mejor dicho, aparecen si, pero sin que enfoque en las soluciones a los problemas eternos. Casi todo se resume a “parches” o “tapar agujeros” como se dice por Uruguay.

>Pero uno de los grandes problemas, casi diría el de mayor incidencia e impacto en la vida cotidiana de la gente es la DEUDA EXTERNA. No sé en otras latitudes, pero en esta región sur de Sudamérica, todos miran para otro lado. Gobernantes y opositores, conservadores y progresistas.

Nadie parece preocupado. Vivir endeudados se ha tomado como algo natural. Y nadie se escandaliza porque “54 países en desarrollo ya destinan el 10 por ciento ó más de sus ingresos fiscales sólo al pago de intereses de la deuda, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Esta carga “ha desviado recursos esenciales que deberían destinarse a la sanidad, la educación, las infraestructuras o la resiliencia climática, privando a millones de personas de atención médica vital, alimentos o empleo”, agrega ese informe que casi nadie publica. Y mucho menos analiza.

Hay quienes podrán creer que esta estado de cosas es consecuencia del “miedo global” como lo definió alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galiano (1940-2015). Miedo a muchas cosas, es verdad. Hasta de vivir o morir, pero esta realidad cruda y contundente tiene una explicación menos poética.

Muchos se benefician viviendo endeudados. Sobre todo los acreedores, quienes son conscientes que el endeudamiento es también una poderosa herramienta de dominación y sometimiento.