"El español Miguel Hernández me toca muy fuerte y me sacude, no solo porque su poesía tiene ese don, sino por la fuerza de su espíritu": Carlos Velis.
Por Carlos Velis.
… Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios
Miguel Hernández
¿Quién es capaz de escribir con códigos que solo el alma entiende? Las palabras salen sobrando ante el sonido, el ritmo, la cadencia de lo más allá de lo humano. Admiro a esos seres privilegiados; en mi país hay gente cercana a mí, gente que quiero mucho que tiene ese don. Me acarician el alma con sus poemas. ¿Quiénes? Ya lo saben, porque no mencionar alguno, puede ser muy feo.
Pero de todos, el español Miguel Hernández me toca muy fuerte y me sacude, no solo porque su poesía tiene ese don, sino por la fuerza de su espíritu. Hizo lo que su conciencia le reclamaba, como a muchos de nosotros en aquellos aciagos años de los 70 y 80, en nuestro país, lo que lo llevó a las prisiones franquistas, desde donde escribió poemas de amor a su esposa y su hijo recién nacido.
Nanas de la cebolla la escribió cuando su esposa le contó en una carta que, con su hijo recién nacido solo comía cebolla. “La cebolla es escarcha, cerrada y pobre/ escarcha de tus días y de mis noches…”. En la segunda estrofa: “En la cuna del hambre mi niño estaba/ con sangre de cebolla se amamantaba… Dolor profundo, sobre todo del hombre, que ha sido vulnerado en su rol de protector.
Pero al final de la tercera estrofa ocurre el milagro. “Ríete niño/que te traigas la luna cuando es preciso. En ningún momento se percibe un rencor a sus verdugos ni desmoralización de ver destruir la República española, con sangre y fuego. Aniquilar a cientos de miles, o millones, tal vez, que aún están en las cunetas y los barrancos, entre ellos Federico García Lorca.
La última estrofa es la que saca las lágrimas: “Vuela niño en la doble luna del pecho/ Él triste de cebolla, tú satisfecho/ No te derrumbes/ No sepas lo que pasa/ ni lo que ocurre.” Ambos poemas, “Nanas de la cebolla” lo musicalizó Alberto Cortez y el del acápite, “La boca”, Joan Manuel Serrat. Ambos se pueden encontrar en el disco del Nano “Miguel Hernández”.
Cuántos artífices de la palabra en mi terruño, Delfi Góchez, Leyla Quintana, Alfonso Hernández, Jaime Suárez Quemain, Lil Milagro Ramírez, Carlos Aragón (Tamba) y el abanderado insignia, Roque Dalton, entre otros, cayeron luchando por las ilusiones de un mundo mejor, dejando un llamado a la reivindicación de la vida y del futuro. Se fueron con la frente en alto, confiados en que su legado quedaba a salvo en las letras que escribieron.
Tenemos mucho por decir, mezclar amor con dolor, lágrimas que iluminen el futuro. Versos que nos dibujen, que nos pongan ante el espejo y nos digan: “Eso somos, nos guste o no. Vivimos una nueva etapa mundial, terrible, como es el derrumbe de un imperio y, como dice Sabina: “Y tú en el cine sin saber quién es el malo”.