viernes, 3 mayo 2024

Algunas reflexiones después del Paro Armado en Colombia

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El ELN (Colombia) hizo el paro armado nacional desde el 23 de febrero hasta el sábado 26 del mismo mes a las seis de la mañana, cerrando vías y haciendo presencia en diferentes lugares del país con 56 acciones registradas.

Por Wilmar Harley Castillo Amorocho

Aunque no tuvimos una confrontación de talla internacional como en Ucrania, tuvimos esta semana un acontecimiento que también agitó las redes sociales y el trabajo a más de un paisano/a. El grupo subversivo Ejército de Liberación Nacional (ELN) hizo el paro armado nacional desde el 23 de febrero hasta el sábado 26 del mismo mes a las seis de la mañana, cerrando vías y haciendo presencia en diferentes lugares del país con 56 acciones registradas, (1) aunque algunas deben ser investigadas por las implicaciones contra las comunidades.

Entre banderas, carros quemados, enfrentamientos con la fuerza pública y medidas preventivas de algunos alcaldes, incluyendo la alcaldía mayor de Bogotá, se desarrolló esta acción subversiva después de años de no verse una así. La principal razón fue en contra del gobierno de Iván Duque, que lo caracteriza el ELN de corrupto, criminal y mafioso, y el cual ha utilizado el terrorismo de Estado y el genocidio contra el pueblo colombiano, según esta guerrilla. (2)

La red social Twitter estuvo movida durante estos días con posturas de toda clase, así mismo los memes en Facebook se regaron con su destacada calidad y precisión en el mensaje. Pero entre todo ese aguacero de opiniones y posturas políticas, hubo una opinión oficial que fue respondida incluso por el ELN; el candidato a la presidencia por el Pacto Histórico (PH) (bloque creado entre el movimiento social, progresistas, sectores de centro-izquierda y algunos miembros de la derecha), Gustavo Petro trinó el miércoles 23 de febrero: “El ELN al desatar su paro armado está favoreciendo al uribismo. Tanto el uribismo como el ELN necesitan de la violencia, se necesitan mutuamente.” Cuya respuesta fue: “Señor Gustavo Petro, el ELN nació antes que existiera el Uribismo (1964), el ELN nació como respuesta al sistema de exclusión y despojo del régimen oligárquico dirigido por los EE.UU, nuestra política insurgente se ha mantenido al lado de los expoliados; no utilice nuestra confrontación al Terrorismo de Estado con fines coyunturales.”(3)

La postura política de Petro fue la misma de otros miembros del PH que con diferentes niveles de agresión y formalidad, aseguran que el ELN le suma votos al partido de ultra derecha Centro Democrático, cuya cabeza es Álvaro Uribe. También se vieron trinos asegurando que el paro armado nacional fue realizado por las Fuerzas Militares junto a paramilitares y además se leyó en otros trinos que el ELN-fuerza pública-paramilitares son lo mismo. En un tono irónico, pero con una puya direccionada, el presidente Iván Duque preguntó que a quién le estaba haciendo campaña el ELN con su paro armado, poniendo así su cuota de gasolina a la matriz de opinión en contra de la guerrilla.

El bufé de las elecciones

Hay dos proyectos de nación disputándose en este capítulo de la democracia colombiana: el proyecto oligárquico tradicional y el progresista. En un periodo mundial donde se está reacomodando el tablero geopolítico en contra de Estados Unidos por presión y maniobras del bloque Rusia-China, si llega a ganar Gustavo Petro, el imperio gringo hecha pa´atrás considerablemente en su hegemonía regional arrinconando un poco más la hegemonía de la derecha regional.

Por eso la estrategia de campaña de Petro apunta a tres sectores de la sociedad: los gremios económicos, el extenso sector abstencionista y los sectores de la derecha con la que ya puede haber acuerdos políticos. Quienes manejan y deciden sobre la producción-comercialización local y nacional son decisivos a la hora de gobernar pues sus intereses permean las políticas públicas y un candidato no puede cazar pelea con estos sectores, teniendo en cuenta que un gobierno nacional de izquierda o progresista implica prevenciones para sus intereses gremiales.

Con la derecha los términos son de acuerdos y por ende hay que apropiar su discurso y postura política hasta cierto límite para abonar la confianza alrededor de esos acuerdos que se traducen en quienes controlaran tal y cual institución estatal. Por otro lado, el amplio sector abstencionista que históricamente ha sido más de la mitad de la población apta para votar, nada en un caldo de desconfianza, resignación y apatía por lo que captar su atención es vital para la propuesta progresista, pues su número de votos llega a asegurar una carrera electoral.

Si gana el PH la presidencia, no solo le crecerían más arrugas a Biden sino que las comunidades excluidas y empobrecidas tendremos mejores condiciones para seguir construyendo el país que soñamos, sin embargo, el fin no puede justificar los medios.

En este bufé también come el personal de servicio

Tengo amistades que llevan puesta la camiseta del PH, hacen parte del sentir de un pueblo que sigue trasnochando para ver algún día el amanecer, cuyo amor por el otro y la vida digna no se marchita por la mezquindad de los ricos, son ejemplares en lo que hacen con las comunidades populares pero un verdadero amigo no se calla las críticas, siempre con el ánimo de mejorar colectivamente.

Si bien es cierto en la historia de las luchas populares se levantan referentes que inspiraron en su momento e inspiran a las siguientes generaciones, no se puede olvidar que fueron de carne y hueso. Seguir acríticamente a estos protagonistas de la historia es un error que se cobra a largo plazo, pues si bien es cierto Petro logra reunir la esperanza de cambios sociales en el pueblo colombiano y canalizarla en la lucha electoral, reconociendo su liderazgo y su trayectoria política, no puede repetirse su discurso ni asumir su propuesta política sin pasarla primero por el filtro de la reflexión para que la praxis sea contundente durante y después de la coyuntura electoral.

Sin el análisis crítico permanente, la práctica colectiva solo será una reproducción uniforme de lo que el referente orienta, dejando a un lado el potencial creativo que vive en la cultura, subjetividad y corporalidad popular de las comunidades, por lo que en la realidad práctica no serían consideradas sujetos protagonistas del proyecto de país sino en usuarios del proyecto de país.

Por otro lado, ninguna forma de lucha popular es superior a otra, al contrario, el contexto histórico da la pauta para el tipo de armonía entre las diferentes formas de lucha popular. Es verdad que en el siglo XX el pueblo cubano sorprendió al mundo con su lucha armada y la revolución consiguiente, demostrando la legitimidad y validez de este tipo de lucha popular que tras infructíferos esfuerzos de los partidos de izquierda solo quedaba la iniciativa para impulsar la lucha armada en la isla y en otros territorios del mundo.

Después llegaron los acuerdos de paz entre algunas guerrillas de Nuestra América en la década de los ochenta, noventa y dos mil pero no resolvieron los conflictos sociales que las empujó a existir y por el contrario continúan hoy en día en esos países los proyectos extractivos, terrorismo de Estado, dependencia gringa, usurpación de las multinacionales, control privado sobre la economía local y un largo etcétera que revela que esos acuerdos paz solo fueron una pacificación de la sociedad y no la solución política a los conflictos armados.

Colombia aún vive una guerra interna por la vigencia de los conflictos sociales. El modelo económico imperante es impuesto y defendido con terrorismo oficial por parte de los ricos con apoyo gringo. La Constitución de 1991 es resultado de la pacificación de las guerrillas desmovilizadas en la década de los ochenta, cuyos partidos y movimientos sociales posteriores fueron desaparecidos y reducidos por el paramilitarismo; por lo que desde la carta magna hacía abajo todo el modelo de sociedad colombiano aun responde al modelo económico que beneficia a los ricos y empobrece al pueblo. En esas circunstancias no es evitable la lucha armada.

La lucha armada confluye con la movilización social de las comunidades, con la lucha electoral de los partidos políticos y confluye con otros tipos de luchas y activismos en campos y ciudades que en determinados periodos unos tensionan más que otros la correlación de fuerzas contra los ricos y su aparato estatal. Aunque estamos en elecciones, esta lucha electoral en sí no es superior a la lucha armada y mucho menos a la movilización social, aunque así lo quiera mostrar Petro y el PH, solo es una coyuntura específica a la que también le apostamos las comunidades para ganar, pero somos conscientes que el camino no termina con la victoria electoral.

Para terminar

La solidaridad entre los empobrecidos del mundo marcó las generaciones del siglo XX a tal punto que muchos y muchas se unieron a las luchas de liberación en países ajenos, movidos por el amor eficaz y el internacionalismo de clase sin importar los sacrificios personales ni la persecución anti-comunista de la derecha mundial. Hoy el adjetivo es el de “terrorista” y lamentablemente algunos miembros del PH reproducen la macartisación a la única organización guerrillera que queda en Colombia, omitiendo el contenido político de su lucha armada, la propuesta de sociedad y de solución política al conflicto armado que el ELN plantea, reemplazando el debate y la praxis por un simple discurso pro-derecha.

A pesar de esta desnutrida postura, la lucha armada sigue vigente por la existencia de los conflictos sociales que ahogan en la miseria y la ignorancia al pueblo víctima de esos conflictos sociales. Tanto en el campo y la ciudad el empobrecimiento está aumentando con sus nocivos efectos en la vida y salud de las personas a la par que caminan sin problemas los megaproyectos extractivos en los territorios dejando como únicas opciones a la mayoría de la población, estallar contra el gobierno nacional y las fuerzas militares en paros si se vive en la ciudad o si se vive en el campo donde el Estado hace presencia con el costoso aparato militar, no queda de otra que unirse a los grupos armados porque así se aseguran tres platos de comida diarios.

Como decía más arriba cuando el momento histórico armoniza la prioridad de las formas de lucha de los pueblos, es evidente que las ideas y métodos que constituye el progresismo en Nuestra América han tomado una posición influyente entre las comunidades, sectores de la academia y juventud con sus respectivos referentes políticos que logran posicionar sus ideas y propuestas en la opinión nacional e internacional, sobre todo cuando logran llegar al gobierno nacional.

Eso no es problema porque entre más manos se suman a la construcción del mundo que soñamos, mejor se trabaja. El detalle está cuando el progresismo se torna hegemónico en la práctica, lo que deviene en el ocultamiento de otras posturas políticas especialmente las que están en los territorios azotados por la guerra, cuyos movimientos sociales no solo resisten a esa violencia directa estatal-paraestatal sino que pelean para hacerse escuchar en la institucionalidad, habiendo una condición de marginalidad que se ve aumentada por las acciones del progresismo, siendo común ver que quienes más se ven en pantalla y a quienes más se les hace eco de su discurso son a los referentes progresistas y no a los miembros del movimiento social territorializado, cuya opción legítima es la protesta callejera para exigir su reconocimiento político y crear planes de vida sustentados en el Poder Popular.

Por lo tanto surgen dos preguntas que inquietan: ¿El movimiento social será participe directo del proyecto de país o será un simple usuario-funcionario de un gobierno del PH? ¿la paz será lograda por la pacificación de la insurgencia o con participación directa de la sociedad en el marco del gobierno del PH?

NOTAS

1- https://indepaz.org.co/acciones-del-eln-durante-el-paro-armado-febrero-2022/

2- https://analisisurbano.org/eln-reitera-que-el-paro-armado-es-una-protesta-contra-el-gobierno-de-duque/195391/

3- https://t.me/GuerrillaComunica/145

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto
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