Cada vez es más frecuente que por inexistencia, o por ruptura de la estructura familiar nuclear (padre madre e hijos), los abuelos se vean obligados a asumir responsabilidades que no les corresponden directamente, como la crianza y educación de sus nietos. Ellos, años atrás, ya asumieron la responsabilidad sobre sus propios hijos, de una forma natural y decidida, y sus objetivos ya se vieron cumplidos ahora que sus hijos ya son adultos. Probablemente fue una labor dura, de muchos años de estar permanentemente vigilante, y es el momento de poder bajar la guardia y descansar. Psicológicamente se sienten un poco cansados para ciertos menesteres, en los que ya aportaron lo suyo, y físicamente tampoco tienen ya la energía de los jóvenes.
Paralelamente, el estar en contacto con niños supone para ellos una inyección de vida, de la vida que ellos sienten que se les va pasando, por lo que los nietos pueden suponer su principal motivo de alegría. Además, son capaces de aportar un altísimo grado de cariño y ternura, y una sabiduría y experiencia que pueden ser muy útiles y enriquecedoras para los niños.
Es por todo ello que el rol ideal de los abuelos es proyectar su cariño, afecto y experiencia como apoyo a la responsabilidad de los padres; y el que asuman como propia esta responsabilidad que no les corresponde supone para ellos un enorme reto y una verdadera demostración de amor por la hija o el hijo, y, sobre todo, por los nietos. Sin embargo, ¿qué tan capaces son de suplir a los padres? ¿Cómo asumen ese papel de padres sustitutos?
En lo referente a la parte afectiva, pueden suplir a los padres perfectamente, ya que su capacidad en ese aspecto no se ve mermada por la edad; por el contrario, puede resultar enriquecida incluso, y ellos están deseosos de proyectarla; y sobre quién mejor que sobre los hijos de sus hijos. Sin embargo, el ser conscientes del gran compromiso, sumado al cansancio físico y psicológico que puede aparecer en muchos momentos, pueden empañar un poco su afectividad.
Los abuelos pueden ser excelentes compañeros de juego, siempre que se trate de juegos reposados, ya que no se sienten con la suficiente energía para acompañarles en juegos más dinámicos. Pueden, asimismo, ser un excelente apoyo en el aprendizaje académico, siempre que tengan el necesario nivel de conocimientos, lo cual sólo suele suceder en la educación primaria; y siempre que dicha tarea no presente dificultades, ya que en tal caso, el desgaste psíquico se pone de manifiesto, y tienden a acordarse de la tranquilidad que deberían estar disfrutando, y que bien ganada tienen.
En el aspecto educativo, el cansancio psicológico también se deja sentir con frecuencia, cuando los niños no son unos angelitos y sería necesario tener los nervios de acero templado para actuar adecuadamente; o cuando lo más fácil es decirles que sí, aunque lo conveniente sería decirles que no. Lo que la experiencia y la razón aportan a la autoridad se suele perder a menudo por la falta de firmeza, lo que provoca que los niños frecuentemente no tengan las referencias y los límites muy claros.
En quince días seguiremos analizando este tema.