El presidente y la sociedad civil de México

El presidente en su concepción del Estado, que para él es sinónimo de gobierno, la sociedad civil organizada autónoma e independiente no debe de existir.

Desde su perspectiva estas organizaciones no son funcionales a su proyecto de gobierno y por lo mismo son vistas como potenciales enemigos.

En su visión, como en el viejo PRI donde él se formó, solo tienen cabida las organizaciones que se someten y pasan al control del gobierno. Las que se dejen corporar.

Desde del primer día de su gestión, el presidente se ha dedicado a atacar y descalificar, de muy diversas maneras, a las organizaciones ciudadanas.

Su discurso en contra de las organizaciones de la sociedad civil pone a éstas a la defensiva al sentirse agredidas. Son presas del desconcierto y la incertidumbre.

Los gobiernos anteriores no favorecieron de manera decidida el desarrollo de las organizaciones ciudadanas, pero tampoco se dedicaron a denostarlas.

El miedo del presidente al sector de las organizaciones de la sociedad civil, de cada una en lo particular, radica en que no puede controlarlas y someterlas a sus designios.

La actitud y el discurso del presidente permean en toda la estructura del gobierno, y funcionarios que antes eran aliados de estas organizaciones han terminado por alinearse al pensamiento presidencial.

Lo mismo sucede en los gobiernos estatales y municipales hoy en poder de Morena que también han emprendido la descalificación de todas las organizaciones que no se les someten.

Al principio del gobierno había dirigentes de organizaciones de la sociedad civil que pensaban podían establecer un diálogo constructivo y de colaboración con el nuevo gobierno.

Coincidían con el presidente en tema de la agenda de su gobierno como el combate a la pobreza, la desigualdad y la corrupción. Estaba también su compromiso con profundizar la vida democrática en el país.

A medida que han pasado los meses se dan cuenta, he conversado con decenas de ellos, que lo que se habían imaginado o deseado no existe.

Que el presidente veía a las organizaciones de la sociedad civil y a ellos mismos como enemigos y nunca como posibles aliados y colaboradores, cada quien desde su propio espacio y misión.

Asumieron, entonces, que se enfrentaban a un presidente estatista donde la sociedad civil organizada no tiene lugar y también ante un político autoritario y nada democrático.

Ahora en el sector se sabe que en este sexenio no será posible la colaboración constructiva entre el gobierno y la sociedad, los dos actores fundamentales en la construcción del Estado.

Y hay también miedo de que el presidente, al que se le ve como autoritario, pueda tomar acciones en contra de la sociedad civil organizada que no se sujete a lo que él desea.

Twitter: @RubenAguilar