Ésta mañana, el Centro de Monitoreo de Agresiones a Periodistas, publicó los primeros reportes sobre agresiones a periodistas y comunicadores, en el ejercicio de su profesión,  en el marco de las elecciones legislativas, municipales y parlamentaeias. Según lo detalla la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), los incidentes eran definidos, en su mayoría, por ser “restricciones a la libertad de prensa”.

El primer informe fue presentado a las 9:00 AM. Las declaraciones de los titulares de la institución de periodistas dieron un recuento sectorizado por género,  región y el tipo de medio de comunicación. Los datos definieron, pues, una mayor incidencia de hechos violatorios a la libertad de prensa, en la prensa escrita y en televisión. 

Estos hechos, ineludibles en las coberturas electorales, son consecuentes a las distintas manifestaciones  afines  a la política partidaria, según así lo definen titulares de APES. Sin embargo, ¿qué representan la distinción del género ?. Es decir, ¿es posible definir la intringulis de un hecho de agresión, a la naturaleza sexo-genérica de la o del periodista; y prescindir, de éste, la naturaleza  y las características secundarias de su profesión ? 

En ocasiones se hace justificable reprochar los resultados de un producto desafiante a la veracidad, más que a una razón partidaria (en éste contexto). Y ofrecer cualquier expresión de mea-culpa, y las rectificaciones respectivas se definen como acto de honor, moralidad y disciplina. 

De acuerdo con el primer informe, la APES distinguió que el 69.2% de las agresiones a periodistas correspondían a personas identificadas por el género masculino.  El otro 64% de los resultados obtenidos en el informe preliminar, durante el período electoral, se sumarían a éste recuento. Y la diferencia la definiría la población femenina.

Antes de cuestionar la relevancia de la distinción del género en los reportes sobre agresiones, es necesario reconocer la existencia de situaciones de riesgo que ver a mujeres ya hombres, de manera particular, sobretodo en la realidad formal / laboral y circunstancial de los medios de comunicación . Tampoco es necesario redundar en cada una de ellas, y no es saludable reducir la probabilidad de ocurrencia de cualquier estadística. 

También hay que reconocer que la estadística sólo demuestra una percepción limitada, de registros  que  no  son  necesariamente representativos  a los hechos que acontecen en el plano de la realidad totalizada. 

Hago esta consideración, porque éste día, como mujer trans, no percibí abusos, ni a la hora de votar ni en el momento de requerir información, de entrevistar, de convivir. Entrevisté a varios observadores del proceso electoral, a fiscales, policías, y al personal técnico de las Juntas Receptoras de Votos (JRV), de las Juntas Electorales Municipales (JEM), y demás autoridades.

Para mí es necesario destacarlo. Es decir, soy parte pasiva de las acontecimientos que definen a las mujeres transgénero de mi país, a las condiciones sociopolíticas y macroeconómicas, pero no en estricto sentido. 

Mi participación como mujer transexual, en el ejercicio de actividades periodísticas, no se vio influenciada por el motor de las actitudes electorales, misóginas, misándricas que tanto se podrían definir, ambiguar y soslayar. 

Tampoco ignoro que la población LGBT   ha influido favorablemente en la educación, y en las conductas y pautas actitudinarias de los miembros de las JRV; sobretodo, ante las dificultades que se presumen en los procesos electorales, tiempos que ya han marcado precedentesntes en los que a personas homosexuales alarma y trans se les ha negado el voto, por diferentes razones; entre ellas, por su orientación sexual, identidad y expresión de género. 

Entonces, con mi ejemplo, ¿conviene ser nihilista e ignorar cualquier riesgo, al pertenecer a una minoría de cuyos miembros ya se reportan más de 600 asesinatos en mi país; o tomar precauciones?.

Cualquier actitud necesaria para  la auto-preservación y el amor propio es una opción mucho más plausible, que ignorar riesgos y amenazas arraigados a una situación de género, o disidencia. 

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