Por Víctor Manuel Valle Monterrosa.
En días recientes, a propósito de le elección por aclamación del diplomático de Surinam Alberto Radim como Secretario General de la OEA, publiqué unas consideraciones sobre cambios percibidos en la manera de gobernar la OEA y un punto de inflexión en la trayectoria histórica del organismo que ha ido de una sujeción acrítica y obsecuente con el gobierno de los Estados Unidos a posiciones más emancipadas de algunos países en virtud de la cambiante correlación geopolítica de la región y del mundo.
El lunes 5 de mayo la Asamblea General de la OEA eligió como nueva Secretaria General Adjunta a la diplomática colombiana, aunque nacida en Uruguay, Laura Gil, de quien se sabe su trayectoria académica y profesional muy destacada como comunicadora, funcionaria internacional, académica internacionalista, consultora en temas sociales y más recientemente como diplomática de primera línea. Nacer en Uruguay, trabajar en Haití y nacionalizarse en Colombia donde ha servido como diplomática de altos cargos políticos la hace una conspicua ciudadana de Nuestra América.
Es notoria la diferencia entre su elección y la del Secretario General Albert Radim que fue el 10 de marzo del año en curso por aclamación. Para la elección de la Secretaria General Adjunta hubo necesidad de dos votaciones que, por normativa son secretas; pero con las cifras y algunos apoyos explícitos se pueden obtener algunas conclusiones y deducciones.
Había tres candidatas mujeres –lo cual marca un hito histórico e inédito- Hubo necesidad de dos votaciones sobre la base que, a pesar de que, de los 35 Estados de las Américas, 3 se han restado por diversos motivos y no se consideran miembros a votar: Cuba, Nicaragua y Venezuela, para efectos de elegir los más altos cargos ejecutivos del organismo se requieren un mínimo de 18 votos.
En la primera votación Laura Gil, de Colombia, obtuvo 13 votos; Ana María Sánchez, de Perú, 11 y Claudia Escobar, de Guatemala, 8. Fue necesaria una segunda votación con las candidatas que ocuparon los primeros 2 lugares en los resultados de la primera. En esta ocasión, Laura Gil obtuvo 19 votos y Ana María Sánchez, 13.
Con declaraciones conocidas y hechos de dominio público se puede especular que en la primera votación Laura Gil habrá tenido el apoyo firme de Colombia, Brasil, México, Bolivia, Uruguay y algunos Estados de CARICOM. Ana María Sánchez puede haber tenido el apoyo de Perú, Argentina, Paraguay, Ecuador y otros y Claudia Escobar contó con el apoyo de Guatemala y los países del istmo centroamericano más otros del CARICOM.
Para la segunda votación algunos países que cumplieron dando apoyo a Guatemala pasaron a votar por las candidatas elegibles así: 4 votaron por Ana María Sánchez, para totalizar 13 votos, y 6 votaron por Laura Gil para un total de 19 votos con lo cual triunfó.
La unanimidad de la elección del Secretario General Radim fue pasajera y se presenta ahora un panorama de debates políticos internos sin olvidarse que, como organismo de naturaleza política, la OEA siempre tendrá al menos dos constantes: el reflejo de la correlación política regional, y la gravitación de Estados Unidos de América.
No hay duda que el nuevo dueto de conducción ejecutiva de los órganos de gobierno de la OEA tiene varias singularidades: un Secretario General de un país pequeño de CARICOM y una Secretaria General Adjunta propuesta por Colombia, un país que ha tenido relativo gran peso específico en la región y con dos Secretarios Generales, Alberto Lleras Camargo y César Gaviria. Tres candidatas mujeres para el cargo número dos en la jerarquía ejecutiva de la OEA entre las que triunfó una persona de larga y diversa ejecutoria política, académica y diplomática a quien se le puede ubicar en las corrientes progresistas de América Latina y el Caribe.
Los señores Alberto Radim y Laura Gil son experimentados internacionalistas y saben leer las realidades. Ahora son mandatarios de 32 países diversos en régimen socioeconómico e ideología predominante en cada país. La idea de que la OEA es irrelevante por su historia en un continente cada más más celoso de su soberanía, hay que matizarla. Treinta y dos países de la región tienen acreditados representantes permanentes en la sede principal de la capital estadounidense, con rango der embajador. La aparente falta de interés de Estados Unidos no debe llamar a engaño: es el país sede y por de pronto será un importante contribuyente al financiamiento necesario.
En junio, cuando ya estén en plena función los diplomáticos Radim y Gil vendrá la construcción de equilibrios internos: para eso están los otros cargos ejecutivos y los cargos de confianza de nombramiento del Secretario General en los que se busca “la más amplia distribución geográfica que sea posible” en lo cual Estados Unidos se asegure los cargos administrativos de finanzas y manejo de recursos humanos.}
Por de pronto, habrá que vislumbrar nuevas actitudes en y desde el organismo regional como resultado de tener por primera vez en su historia un Secretario General comprometido con las soluciones políticas y diplomáticas de la región y que proviene de un país pequeño miembro de CARICOM y una Secretaria General Adjunta mujer con conocida historia de compromiso con las transformaciones sociales anheladas en Nuestra América.