Leslie y Abigail, vida y realidades de mujeres trans en pandemia

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Leslie y Abigail, la vida de dos mujeres trans en la pandemia. Leslie ayuda a sus amigas y al vecindario; Abigail nos cuenta su historia.

Por Alessia Genoves, Revista Impronta


El trabajo sexual, la ausencia de políticas sanitarias inclusivas y la alerta constante por la infección de covid19, han sido frecuentes preocupaciones para Leslie Xamara Ramírez y Abigail Méndez, dos transexuales salvadoreñas. En El Salvador aumentó la precariedad, violencia y discriminación contra la población LGBTIQ+, principalmente durante el encierro obligatorio, escenario que detuvo las actividades económicas por más de siete meses.

Una pandemia que perpetuó la discriminación y la negligencia sanitaria

La sala de un pequeño hogar se convirtió en un panel de salud comunitario para un vecindario seriamente afectado. Esta pequeña clínica improvisada fue una luz en medio de la ofuscación para cientos de salvadoreños alarmados por los estrictos controles sanitarios establecidos por el gobierno. La dueña de esta sala fue la especialista en salud Leslie Ramírez. Leslie, además, atendió a pacientes casa por casa.

Con una blancura inmaculada Leslie resaltaba entre sus pacientes. Su atuendo no distingue sexos ni géneros. Pero el suyo delineaba una silueta femenina y un rostro grácil.

La demanda fue constante. Leslie atendió el año pasado diagnósticos generales, atención a crisis por salud mental y control de partos. Lo hizo desde su hogar, un acogedor lugar, pero de reducido espacio, en el hacían falta medicamentos generales. Para esto usó esfigmomanómetro, estetoscopios y termómetros propios.

“Trataba siempre de tener todos los recursos, improvisando algunas cosas. Si no tenían agua destilada para hacer alguna curación, la hacía con agua de chichipince, orégano y así”, dijo Leslie, quien además de ser enfermera graduada conoce de medicina natural.

En vísperas de la pandemia, Leslie Ramírez brindaba servicios de salud a centros escolares.

Desde mi casa vi la necesidad de salud que tenía mi comunidad.LESLIE RAMÍREZ

Personas gestantes, infantes con discapacidades, adultos con afecciones crónicas y jóvenes con riesgo suicida fueron víctimas en el nuevo panorama sanitario. Población sexo-diversa también acudió Leslie. La preocupación fue constante, pues la pandemia restó la vida de al menos 3,638 salvadoreños, hasta el día 31 de octubre, según datos oficiales de la Situación Nacional Covid19, del Ministerio de Salud (MINSAL).

Ante la escasez, el servicio comunitario fue la alternativa.

“Las mujeres embarazadas que atendí, por ejemplo, tenían sus controles prenatales y no podían ir a las unidades de salud”, dice Leslie. “Atendí a personas con cesáreas, que tenían curaciones, que tenían cirugía y que tenían que ir a las unidades de salud y no podían entonces”.

El oficio fue cada vez más complejo. Desahuciada, una de sus vecinas recurrió a Leslie para buscar ayuda, porque los médicos del servicio hospitalario nacional habían previsto a su hija su deceso en menos de quince días. Era una joven de 28 años de edad, con una parálisis y un cáncer avanzado, a quién Leslie atendió con curaciones y antibióticos, hasta su pronto fallecimiento.

Las crisis emocionales se agravaron también. Mujeres trans acudieron a la enfermera, por padecer afecciones endocrinas, resultado del consumo de medicamentos para su terapia de reemplazo hormonal. Pese a los esfuerzos comunitarios, en el 2020 clausuraron numerosos servicios de salud generales y especializados en atención a la población LGBT. Entre ellos, las Clínicas de Vigilancia Centinela para ITS y VIH (VICITS) y los mecanismos para la contención de enfermedades crónicas del Ministerio de Salud (MINSAL).

En consecuencia, las personas afectadas“dejaron a un lado los medicamentos; uno, por el miedo a salir a contagiarse, dos, porque son personas vulnerables, que miraban el covid como una enfermedad oportunista que les podía afectar (…). entonces, tenían miedo de salir”,explica Anthony Flores, representante de la Asociación Colectivo Alejandrías.

En adelante, los decesos de personas con enfermedades crónicas como la hipertensión, insuficiencia renal y diabetes se incorporan a las estadísticas; inclusive aquellas con infecciones de transmisión sexual. Entre estos reportes de decesos figuraban numerosas personas transgénero y transexuales, como Sofía WikinsKarla Thaydee, Yuri HernándezCintya VillarealValeria Hernández, Larisa RiquelmeKimberly Mendoza, según lo confirman la Asociación Solidaria para Impulsar el Desarrollo Humano (ASPIDH) y la Asociación Colectivo Alejandría.

Sobre muchos de los decesos durante la pandemia, Leslie señala que hubo una “negligencia en la salud”. Según ella, los médicos no daban las terapias y tratamientos adecuados a sus pacientes. Además, también testifica la privación de servicios de salud y la vulneración al derecho a la identidad de género en personas LGBTI+.

Indicó, además, que los decesos de familiares y las condiciones de escasez afectaron la salud mental de sus pacientes: “Se le subía la presión, les daba diabetes, muchas compañeras trans murieron porque padecían de diabetes, todo esto durante el confinamiento”, lamentó la enfermera.

Leslie Ramirez, realizando trabajo comunitario.

Leslie afirma, además, que dio seguimiento a tres casos de personas trans con pensamientos suicidas. Motivadas por un clima de escasez, estrés constante y abatimiento prolongados durante el confinamiento, la enfermera escuchó las preocupaciones de estas pacientes que le contactaron desde sus redes sociales.

“Hacíamos ejercicios de respiración, les daba primeros auxilios psicológicos, identificamos emociones”, detalló la enfermera. “Algunas sí retomaron terapia con profesionales. Algunas en los hospitales dónde llevaban sus controles. Y otras en las organizaciones LGBTI”.

Leslie también admite que en el pasado ella también consideró el suicidio. Bajo su cándida sonrisa, la enfermera alberga los remanentes de un pasado de acoso y de daños que provienen desde su niñez.

“En mi vida he tenido tres intentos de suicidio, y desde hace dos años llevo unas terapias psicológicas que me han servido mucho”, admite“Hay que acompañarnos de un profesional. Hay que hablar con las personas cercanas a nosotras. No estamos solas”.

Las cargas emocionales y el estrés constante no han invadido únicamente la vida de Leslie y la de sus pacientes. En este último año, Fernanda Alvarado y Josselin Alejandra han sido al menos dos de los últimos decesos de personas trans, reportados como suicidios por el Ministerio Público.

Por otra parte, Leslie reconoce la susceptibilidad de las personas trans al acoso y a la violencia, situación que, explica, les conduce al suicidio. Esta situación solo se agrava con el consumo o suspensión de sustancias depresivas, así como fármacos hormonales, aplicables en terapias de reemplazo hormonal. Además, durante la pandemia, en el país se reportaron escasez de anticonceptivos hormonales, por lo que, cuenta Leslie, muchas mujeres trans suspendieron sus terapias.

“El tratamiento hormonal de las mujeres trans también les genera un impacto emocional”, explicó la enfermera; los anticonceptivos son considerados “depresores” por instituciones como la Asociación Panamericana de la Salud (PAHO).

Pero, ¿qué implicó la escasez de anticonceptivos en la pandemia?, le pregunto.

“Complicó también los estados emocionales de las mujeres trans y generó que muchas de ellas cayeran en estados depresivos y en problemas de alimentación”, explicó Leslie.

En sus reportes, Leslie evidenció la pérdida de peso, daños emocionales y el avance de enfermedades degenerativas entre sus amigas y pacientes trans. La enfermera lamenta el luto de varios de sus pacientes y celebra la recuperación de otros.

Ahora el impacto de la pandemia es menor y los centros de atención abren paulatinamente. Mientras tanto el hogar de la enfermera y el de sus pacientes siguen siendo los escenarios de atención en salud comunitaria. Así mismo, Leslie desempeña su trabajo profesional en múltiples organizaciones.


Foto de Leslie durante la marcha del Día Internacional de la Mujer, de 2021

Del trabajo sexual a la marginación

Golpes en su rostro y una hemorragia lacerante le dejaron cuatro hombres a Abigaíl Méndez, trabajadora sexual de la capital (San Salvador). Tras el asalto, la debilitada transexual intentaba asomarse a las aceras en busca de un taxi que la llevara a un centro asistencial. En aquella madrugada de agosto (2020), no divisaba a ningún policía, para auxiliarla. 

Abigaíl permaneció varios minutos en la zona hasta que, con su celular, contactó a un amigo suyo, también taxista. Al llegar, la encontró en la 15 Av. Norte de la Zona Centro, cercana a la Universidad Tecnológica (UTEC), a tan sólo un kilómetro y medio de su hogar, y al que había concurrido a trabajar tras la apertura de los cordones sanitarios para la contención de contagios de casos de covid19.

Desmejorada, apenas de pie y con dolor en su rostro, así la vio su amigo. El taxista la subió a su vehículo. En dirección a un centro de salud, se desplazaron a toda prisa. Sin embargo, tras consultar repetidamente a centros de salud, negaron atención a la transexual.

“Mi amigo me llevó de emergencia a la Cruz Roja (Salvadoreña), pero no me quisieron atender”, explicó Abigail, entre gestos de preocupación y una reservada desmotivación.

Pero, ¿por qué le negaron la atención a Abigail en una situación tan alarmante?, cuestionaba el obstinado taxista a la recepción principal de la Cruz Roja Salvadoreña, mientras la víctima permanecía en su vehículo.

“Una señora que estaba ahí le dijo (a mi amigo) que ahí no atendían a esa clase de personas, es decir, personas LGBT”, dijo Abigail

Pronto ella desmayó por la continua pérdida de sangre. Sin saberlo, fue conducida a la Cruz Verde Salvadoreña.

“No le sabía decir qué pasó en la Cruz Verde, porque estaba inconsciente. Terminé Hospital Rosales”, explicó aliviada.

Una semana después Abigail salió del Hospital Rosales, donde permaneció en reposo, bajo el suministro de analgésicos y con la vigilancia del personal de salud. Su amigo taxista esperó por ella, para llevarla a casa, con una ración de antiinflamatorios, prescritos por los internistas.

Los hechos pesaron amargamente en Abigail durante los días sucesivos, mientras convalecía, y cuando no podía trabajar. Su testimonio es uno entre los recurrentes casos de crímenes de odio y violencia transfoba; y de discriminación y negligencia en la red de hospitales y clínicas privadas del país, según constatan los últimos datos del Centro de Documentación de la Situación de Personas Trans en América Latina y el Caribe (CEDOSTALC).

Para la analista y documentalista de ASPIDH (organización representante de CEDOSTALC en el país) Pamela Orellana, en los últimos reportes, “las (mujeres trans) que han sido agredidas físicamente, y han sido heridas con objetos corto punzantes, han sido las trabajadoras sexuales”.

Durante 2020 el gobierno salvadoreño reforzó la seguridad pública, duplicando sus elementos en los últimos dos años; de 20 mil a 40 mil militares en el servicio civil, en el último semestre de 2021. La política responde a la fase IV del Plan Control Territorial (PCT) para el combate contra el crimen que ya ha registrado una contracción histórica de más del 68.2% en los casos de homicidio, respecto a los registros de 2018. 

Sin embargo, la organización de mujeres trans advierte que los elementos policiales han tenido una mayor influencia delictiva (20%) contra las mujeres trans, menor únicamente al de las maras y pandillas (46%), según lo constata en el informe ¡Basta de Genocidios Trans! del año 2018.

La opinión de Abigail tampoco es optimista. Dice que es consciente de que su trabajo la expone a escenarios de violencia y a una convivencia forzada, incluso, con personas que son poco tolerantes con personas LGBT, como pandillas, policías y militares.

El informe titulado ¡Paren de Matarnos! desvela que al cierre del año 2020, cerca del 86.3% de las mujeres trans percibió vulneraciones a sus derechos humanos, lo cual incluye el derecho a la vida, el acceso al sistema de salud y a la seguridad pública.

El Centro Histórico de San Salvador, donde Abigaíl vive, se ubica en el Distrito 1 de la Ciudad Capital. Es una zona comercial con agitadas calles, que localiza a miles de negocios capitalinos, y en las que concurren numerosos ambulantes. Sin embargo, también es una zona con alta influencia delictiva.

Con más de 30 años de vivir en el Centro Histórico, Abigail asegura que, pese al refuerzo de la seguridad pública“en algunas zonas sigue siendo lo mismo porque, por lo menos donde trabajan la mayoría de chicas (trans) que son compañeras mías, siempre está igual: hay que colaborar (pagar renta a pandillas) para poder estar bien”, lamentó. Además, “he visto muchos casos de compañeras que son trabajadoras sexuales que han sido atacadas por clientes”.

El altercado violento que recibió Abigail la madrugada de agosto del año pasado solo fue una de las tantas situaciones que vivió durante la pandemia. En un régimen de confinamiento domiciliar, el trabajo sexual escaseaba. El pago de servicios, como el del alquiler, por otro lado, no fueron inoperantes. El pago era de 150 dólares mensuales. Abigaíl los pagó, pese a que el gobierno decretó la “congelación de alquileres comerciales durante tres meses”, precisamente el tiempo en el que ella permaneció hospedada en un hotel de San Salvador.

“Nada nos perdonaron. Entonces, ¿ahí nosotros qué es lo que hacíamos? Como podíamos íbamos sobreviviendo. A veces algunas llegaron hasta aguantar hambre. Al menos en mi caso yo no”, dice Abigaíl, quién pidió a sus clientes llegar a su cuarto de hotel, para recaudar el dinero de su alimento y el de su alquiler, durante el confinamiento obligatorio.

Para cubrir sus gastos, también recibió ayudas económicas y canastas solidarias del gobierno y organizaciones que velan por los derechos de la población LGBTIQ+ en El Salvador.

Mientras el gobierno anunció la entrega de una bonificación de 300 dólares a 750 mil de familias, un 76% de mujeres trans no recibieron ese beneficio; y las canastas solidarias tampoco aplicaron al 57% de mujeres trans, hasta el mes de septiembre de 2020, según lo destaca el informe “Impacto socioeconómico de la población de mujeres trans durante la cuarentena de al Pandemia del COVID 19 en El Salvador”, elaborado por la Asociación Colectivo Alejandrías.

Al término del periodo de confinamiento, Abigaíl se reincorporó al trabajo sexual. Además, regresó a su hogar, en el que, sin embargo, debía pagar un alquiler con una tarifa similar a la del hotel en el que permaneció durante el confinamiento.

Un año ha pasado desde que fue atacada Abigaíl y “es un poco más complicado trabajar, y para nosotras las trabajadoras sexuales en la calle es lo mismo”, dice.

Por ahora, Abigaíl sólo gana unos 5 dólares diarios, con los que apenas puede pagar el alquiler.

Foto de mujeres trans que recibieron canastas alimentarias brindadas por el gobierno. Crédito: Ministerio de Cultura.

“Ahora que estamos otra vez así (sin confinamiento), todavía nos sigue afectando”, admitió Abigail. Explica que las actividades económicas, incluido el trabajo sexual, recauda menores ganancias tras la pandemia, en comparación a las que se desarrollaban durante años anteriores.

Los días han transcurrido con zozobra, y Abigail debe esforzarse cada día más por cubrir sus necesidades. Las noches corren y se hacen largas, a la espera de clientes oportunos, que cada vez son menos. Cortamente ataviada y delicadamente maquillada debe ejercer sus labores con esfuerzos mayores, pero con resultados cada vez más inapetentes.

Hasta el pasado miércoles 6 de octubre, a Abigail se le veía motivada. En su rostro permanecía un brillo regocijante y luminoso. La mujer alta y esbelta reía entre sus amigas, en medio de una visita que se prolongó hasta horas de la noche. Pero en su interior alberga más inquietudes. Mientras permanece y se esfuerza para sí, día con día, reitera sus apoyos morales a las organizaciones LGBT que le ayudaron constantemente, pues sabe que el país debe abrirse y garantizar la inclusión social a mujeres trans.


Éste documento ha sido originalmente publicado en Revista Impronta, en 2021. Ha sido restaurado en ContraPunto El Salvador.
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Alessia Genoves
Alessia Genoves
Periodista, redactora de ContraPunto. Especialista en temas sociales, económicos y de género. Editora de cultura.
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