El juego comercial global

La rápida expansión del comercio en las últimas décadas ha dado lugar a una serie de interdependencias transfronterizas en producción y consumo.

CAMBRIDGE ““ La confrontación comercial entre Estados Unidos y China se está recalentando. Después de disparar una salva inicial de fuertes aranceles sobre el acero y el aluminio, la administración de Estados Unidos ha dado a conocer un plan para un arancel del 25% a 1.333 productos importados chinos -por un valor de 50.000 millones de dólares al año pasado- para castigar a China por lo que considera décadas de robo de propiedad intelectual. China ha respondido con un plan para aplicar aranceles del 25% sobre una variedad de productos estadounidenses, también por un valor de 50.000 millones de dólares. En respuesta a lo que califica como "represalias injustas", ahora se dice que el presidente norteamericano, Donald Trump, está considerando otro conjunto de aranceles, que cubren importaciones provenientes de China por otros 100.000 millones de dólares. Los economistas y analistas de mercado están esforzándose por descifrar qué es lo que vendrá después.

Uno podrí­a sentirse tentado a recurrir a la experiencia histórica. Pero, dadas las condiciones económicas, polí­ticas y sociales de hoy, la historia quizá no sea una buena guí­a. Perspectivas más útiles se pueden obtener en la teorí­a de juegos, que nos puede ayudar a determinar si este intercambio de aranceles en definitiva representará una postura estratégica que conduzca a un "juego cooperativo" (comercio más libre y más justo) o a desarrollar un "juego no cooperativo" más amplio (una guerra comercial declarada). La respuesta tendrá consecuencias significativas para el panorama económico y polí­tico, y para las perspectivas de los mercados.

La rápida expansión del comercio en las últimas décadas ha dado lugar a una serie de interdependencias transfronterizas en producción y consumo. Las cadenas de suministro ahora pueden tener tantos enlaces internacionales como domésticos importantes, y un porcentaje sustancial de la demanda interna está siendo satisfecha por productos producidos en parte, o totalmente, en el exterior. En la medida en que la innovación tecnológica reduce cada vez más las barreras de entrada tanto para los productores como para los consumidores, la proliferación de estos enlaces se vuelve aún más fácil, ampliando lo que ya es esencialmente una maraña de relaciones y dependencias transfronterizas.

Para la salud a más largo plazo tanto de los participantes individuales como del sistema general, estas relaciones deben funcionar de manera efectiva, en base a una estrategia de cooperación que se considere creí­ble. Si no, corren el riesgo de resultar en un nivel más bajo de crecimiento y bienestar. Es por esto que la confrontación actual entre Estados Unidos y China ha generado temores de un daño serio, particularmente si conduce a un proteccionismo cada vez mayor y a una "guerra comercial" más amplia. Pero este resultado no está garantizado.

Para que las interacciones económicas internacionales funcionen bien, también deben ser consideradas justas. Este no es actualmente el caso entre muchos segmentos de la población global. Al final, dos suposiciones esenciales en las que se basó la búsqueda prácticamente desenfrenada de una globalización económica (y financiera) en las últimas décadas terminaron siendo simplificaciones excesivas.

La primera suposición era que los beneficios del comercio naturalmente serí­an compartidos por la mayor parte de la población, ya fuera directamente o gracias a polí­ticas apropiadas de redistribución implementadas en las economí­as que hoy crecen más aceleradamente. Segundo, se suponí­a que los participantes principales en el comercio global -incluidas las economí­as emergentes que se sumaron a este proceso y, más tarde, sus instituciones de anclaje, como la Organización Mundial de Comercio- terminarí­an abrazando los principios básicos de la reciprocidad, y seguirí­an reduciendo gradualmente tanto las barreras arancelarias como las no arancelarias.

Como estas suposiciones han resultado excesivamente optimistas, el prestigio y la sustentabilidad de las polí­ticas pro-comercio se han visto afectados. El resultado ha sido un marcado aumento del populismo nacionalista -una tendencia que ha derivado en nuevas restricciones comerciales, la renegociación en curso de acuerdos existentes (como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y una reacción violenta contra las instituciones supranacionales (como el voto del Reino Unido para salir de la Unión Europea).

¿Cuáles son, entonces, los próximos pasos? Tal como está hoy, el orden económico internacional necesita funcionar como un juego cooperativo, en el que cada participante se comprometa a un comercio libre y justo; los compromisos sean creí­bles y verificables; existan los mecanismos para facilitar y monitorear la colaboración; y los tramposos enfrenten sanciones efectivas.

Las actuales tensiones comerciales posiblemente puedan destruir este juego cooperativo, dando origen a un giro hacia un juego no cooperativo, con elementos de un "dilema del prisionero" en el que una acción egoí­sta termina siendo individual y mutuamente destructiva. Pero, considerando que esto implicarí­a pérdidas para casi todos los paí­ses, puede ser posible evitarlo, con la ayuda de algunas respuestas polí­ticas dirigidas.

Para empezar, los paí­ses sistémicamente importantes pero no suficientemente abiertos -empezando por China- deberí­an liberalizar sus economí­as más rápidamente (en especial reduciendo las barreras no arancelarias) y adherir a normas aceptadas internacionalmente en materia de propiedad intelectual. Es más, los acuerdos comerciales existentes deberí­an modernizarse según fuera necesario, para que reflejen mejor las realidades actuales y futuras, mientras que las empresas y otros que se benefician desproporcionadamente del comercio deberí­an intensificar su búsqueda de actividades socialmente responsables. Deberí­an renovarse los mecanismos multilaterales de vigilancia y reconciliación -no sólo en la OMC, sino también en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial-, y deberí­a mejorarse el funcionamiento del G-20, inclusive a través de la implementación de una pequeña secretarí­a que facilite una mayor continuidad de las polí­ticas de un año a otro.

Teniendo en cuenta cuántos paí­ses están interesados en mantener un juego cooperativo, estas acciones polí­ticas no sólo son deseables; pueden ser factibles. En tanto ayudan a crear una base de cooperación más sólida para un comercio más justo, estas pedidas también deberí­an constituir un paso necesario (aunque no suficiente) para contrarrestar la alienación y marginalización de ciertos segmentos de la población en economí­as tanto avanzadas como emergentes.

Mohamed A. El-Erian, asesor económico principal en Allianz, fue presidente del Consejo de Desarrollo Global del presidente norteamericano Barack Obama y es el autor de The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse.

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